lunes, 5 de diciembre de 2016

La violencia como entretenimiento audiovisual

violencia tv

El presente escrito nació de una observación al ver algunas películas y series con violencia explícita, que causaron en mí intriga y el surgimiento de unas preocupantes preguntas: ¿En qué momento la violencia comenzó a darnos risa? ¿Por qué nos parece placentero ver agresiones, peleas y homicidios en películas? Y sobre todo ¿Por qué la televisión muestra contenido violento sin discriminación alguna?

Estas cuestiones son una de las consecuencias del postmodernismo, donde el progreso tecnológico es más bien perjudicial para la sociedad;  ahora la violencia pasa a ser un pasatiempo para sosegarnos de la vida rutinaria, llevado a cabo por los medios de comunicación a través de la televisión con apologías del delito.

El televidente, como víctima del contenido lúdico de la violencia y los medios de comunicación como victimaria que lo proyecta a través de la televisión, es una cuestión que debe estar en la mira del criminólogo. Se abordarán dichas observaciones con un acercamiento somero al problema en cuestión.

Los peligros de los medios audiovisuales

De las cicatrices que ha dejado a su paso el decaimiento de la cultura, es la exposición de contenido altamente nocivo y sin ética, por parte de los medios de comunicación audiovisual, quienes exhiben la violencia como vía de entretenimiento por medio de películas o series, para ganar rating ante los televidentes; y un público desinteresado por los libros, adicto a la imagen concreta de la televisión, amante de la programación matizada entre el morbo y lo jocoso, que lo mantenga a salvo del aburrimiento.

A consecuencia de una sociedad adiestrada por la televisión, y sus contenidos (Series, películas, telenovelas), se logra una normalización de la violencia y una adopción de la agresión como modelo distorsionado para triunfar en la vida y alcanzar un alto status; ejemplo claro de esto, son las narcotelenovelas y películas de acción, que condicionan una realidad manipulada.

Para que exista una comunicación, debe presentarse un emisor (Televisión) que difunda un discurso o mensaje hacia un receptor (Televidente). El mensaje puede tener un valor positivo, o en este caso negativo (Violencia).

Lo importante aquí es la manera de adoptar esos mensajes, que dependerá de nuestra discriminación hacia los sistemas de antivalores con base en juicios morales, que son aprendidos en familia, escuela y sociedad. Pero, al tener una sociedad que se educa por medio de la televisión, (carente de contenido cultural y educativo) que se presenta por medio de imágenes concretas que debilitan el pensamiento abstracto, genera una atrofia intelectual que inhibe el raciocinio; nuestro cerebro entra en un estado de ensoñación en donde apenas si funciona, la conciencia es mucho más manipulable ante esas imágenes violentas.

Los más afectados, sin duda alguna, los preadolescentes que son expuestos a la televisión temprana edad, sin capacidad para entender lo que ven. A esto, Sartori lo denomina el video-niño.

Lo que tratan los medios audiovisuales, sin duda es generar empatía con su público, mostrándole lo que quiere ver, para conseguir aquello que anhelan: audiencia. Nada importa más que el contenido sea rentable.

Es inquietante observar la ingeniosa manipulación que ejercen los medios audiovisuales de dichas películas o series, para que escenas donde se atisba la violencia, nos resulte cómico para cualquiera; la violencia es una cosa idiota, y lo idiota produce risa. Esta sátira cinematográfica es peligrosa.

La “comicalización de la violencia”, entendida como la mutación de la violencia, pasando de un sentido negativo, hacia un valor positivo y aceptable de contenido humorístico, y su transformación depende de tres cosas esenciales: el diálogo, la musicalización y el agresor.

1.- El diálogo es estructurado de tal manera que distorsiona lo que se ve. Nos olvidamos de la evidente escena de violencia (persona agredida, golpeada o muerta) y nos dejamos seducir por las palabras hilarantes del chistoso criminal que desencadena nuestra risa.

2.- La musicalización es el acompañante del diálogo, tiñe con sonidos chuscos que se adaptan al criminal para manipular la percepción del televidente.

3.- Por último, tenemos al agresor. Generalmente, quien desempeña el papel del delincuente suele ser de facciones estéticas y atractivas ante el público. Eso genera una empatía ante el público. Puede vérsele como un criminal, pero su innegable carisma lo hace un simpático criminal.

Unidos los componentes, se manifiesta en el espectador una agradable comedia audiovisual que nutre a la cotidianeidad y metamorfosis de la violencia.

Otra importante cuestión es conocer el trasfondo de la victimización del propio criminal,  que apelan a las emociones del televidente y lo conmueven, en donde se muestra normalmente escenas de infortunio en su infancia, posicionándolo como mártir y hasta justificable sus actos.

También, se puede visualizar que en su mayoría, el criminal termina siempre en situaciones favorecedoras, como dinero, amor y prestigio, sin ninguna consecuencia que pueda señalar el peligro de vivir de esa manera, como ir a la cárcel, problemas familiares, ser dependiente de alguna droga o incluso la muerte. Por lo mismo, crea una errónea aspiración a ser como el criminal, para vivir rodeado de una comodidad ilusoria, con pocos riesgos y a costa de cualquier persona.

Conclusión

El espectador cree que lo que ve es la verdad, que los hechos suceden tal cual como los presenta la televisión. Esta es  una de las características esenciales de los medios de comunicación en general, manipular e influir en la información valiéndose de métodos poco escrupulosos.

Sin duda, la violencia está siendo banalizada y simplificada a mero uso comercial para entretener a las masas y hacerles reír, lo cual nos lleva a cuestionarnos sobre la falta de una deontología comprometida con los medios de comunicación y una escasez de cultura, que bien puede llamarse contemporáneamente, incultura.

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