lunes, 13 de agosto de 2018

Terapia de Aceptación y Compromiso para el desenredamiento psicológico

desenredamiento

En este artículo voy a plantear la utilización de la Terapia de Aceptación y Compromiso en un importante y clave aspecto del quehacer terapéutico: la rumia, hiperreflexividad o enredamiento que tiene lugar cuando lo que le acontece a la persona se vuelve casi de forma exclusiva en el tema preferente sobre el que se discurre en el devenir de la vida.

Antes de proseguir con esta lectura he de aclarar que el concepto “desenredamiento” lo he tomado del profesor Marino Pérez. A él se lo he leído y escuchado y lo utilizo aquí, al igual que en otros contextos, dado que es un término que expresa de forma nítida y clarificadora el significante, siendo entendido por cualquier persona profana en la materia.

Comenzaré por describir una situación que sirvió como inspiración y reflexión para escribir este post.

Una niña de poco menos de 3 años estaba con sus padres y unos amigos tomando algo en una terraza. El grupo también lo componían otros menores de edades similares. En un momento dado la niña protagonista de esta historia visualizó una silla pequeña, adecuada para su estatura, con pegatinas de sus dibujos favoritos. Inmediatamente tomó asiento en ella, y así permaneció un rato.

Después hizo ademán de levantarse pero al percatarse de que otro de los niños hacia el gesto de alcanzar la silla, volvió a sentarse. Al cabo de unos minutos más, la pequeña comenzó a sentirse triste. Sus familiares le preguntaron la razón de su tristeza, siendo su respuesta diáfana: quería compartir juegos con el resto de los niños.

“Ve con ellos” le animó su papá. No obstante si se movía de su sitio le quitarían la silla. Y no era algo que quisiera. Pero si no se levantaba y abandonaba el asiento no podría jugar con sus amigos. Estaba “entrampada” en un conflicto que ella misma se había creado. Elegir la silla era atractivo, pero esa elección tenía un coste, y suponía no jugar con el resto. 

A muchos adultos de los allí presentes, y después también a alguno a los que se le contó la historia, les hizo gracia la narrativa. Y claro, es que se trata de una niña muy pequeña que podía no tener el desarrollo cognitivo suficiente para entender lo que estaba pasando.

A simple vista pareciera que es así, ¿No? Pues en este artículo vamos a ir más allá. Lo que le ocurría a esta pequeña (con un desarrollo cognitivo óptimo e incluso alto) es algo común en el desenvolvimiento vital de las personas una vez son verbales; que viven, y sufren, y se entrampan por modos de hacer similares. Aunque, en principio, no se vea tan claro como en esta anécdota.

Podríamos poner múltiples ejemplos, pero dado que eso excedería el contenido de este artículo, se ilustrarán sólo con unos pocos:

– Cuando en una situación dada, las cosas no han salido como teníamos planeado y entramos en un bucle mental de reproches. A medida que esto pasa se desaprovecha el tiempo presente aumentando con ello la probabilidad de volver a recriminarnos mañana lo que no estamos haciendo ahora.

– Se cavila sobre un problema determinado planteando variadas soluciones que nunca llegan a ejecutarse.

– Cuando tomamos una decisión pero no estamos dispuestos aceptar las consecuencias que conllevan y después dedicamos una lucha interna contra esas consecuencias.  Es decir, queremos la silla, pero no lo que se deriva de ella, que es no jugar con los otros.

– Se está en una relación afectiva caracterizada por la lucha de si querer tenerla o no. Pero ni sale de la relación ni se vive con apertura la permanencia en ella.

– Queremos que nuestra vida tome un nuevo rumbo, pero no se van implantando medidas y acciones que ayuden a conseguirlo. Al mismo tiempo vivimos en modo mental en el deseo de esa posibilidad. Es decir ansiamos jugar, pero tememos abandonar la silla.

– Pasamos mucho en tiempo en casa, sin hacer nada. Al mismo tiempo nos frustramos por no hacer cosas y conocer gente.

– Se quiere estar más tiempo y tener relaciones más cercanas con los hijos o con las amistades, pero cuando se está con ellos se invierte el tiempo en hablar o mirar el móvil, sintiendo posteriormente frustración por el tiempo no compartido.

Todas esas, comunes, situaciones descritas suponen un enredamiento existencial y psicológico que, si se instauran como un patrón paralizan la propia vida, recordando la metáfora del burro de Burridan que murió de hambre ante dos sacos de heno porque no sabía cuál de los dos sería más apetitoso para comer.

Terapia de Aceptación y Compromiso como método de desenredamiento psicológico

Este artículo no se extiende en la explicación y descripción de la Terapia de Aceptación y Compromiso. En entradas posteriores me detendré en tratar otros aspectos de este interesante modelo de intervención.

En este caso concreto se introducirán algunos aspectos de ella con el propósito de contextualizar el tema principal: el uso de esta terapia para desenredar a la persona del “atasco vital en el que se encuentra” debido, utilizando un concepto de la propia terapia, a la fusión cognitiva.

La Terapia de Aceptación y Compromiso (que se conoce con el acrónimo ACT pronunciado como una palabra, actuar en inglés) es un enfoque de intervención contextual y funcional que forma parte de las llamadas terapias de tercera generación, siendo quizá la más paradigmática de ellas.

ACT además de una terapia es todo un modelo de psicopatología desde el que se entiende que el sufrimiento forma parte de la vida, constituyendo la base de los problemas psicológicos la evitación experiencial y la rigidez psicológica.

Es decir, son los intentos de control para eliminar o evitar experiencias que se valoran como aversivas (no sentir ansiedad o tristeza, por ejemplo) que se traducen en distintas topografías conductuales (beber, jugar a las máquinas, tomar pastillas, etc) y la inflexibilidad verbal, condiciones sin las cuales los problemas vitales no se transformarían en psicológicos.

La intervención desde ACT se vertebra, siguiendo al profesor Pérez Álvarez, en dos niveles o ejes fundamentales:

  • El desenredamiento hiperreflexivo (tópico de este artículo).
  • La clarificación sobre valores que sirvan como horizonte y brújula hacia los que encaminarse en el devenir de la vida.

Desenredar a la persona se traduce en intervenir para que los eventos privados, (pensamientos, sentimientos, emociones, etc), no supongan barreras en el vivir de la persona. Es ir abriendo y despejando la madeja mental-verbal en la que se está inmerso.

Mediante diferentes recursos terapéuticos (metáforas, paradojas, ejercicios experienciales, etc) en la Terapia de Aceptación y Compromiso no se interviene sobre el contenido de los eventos privados. No se enseña a cambiar un tipo de pensamiento determinado, por poner un ejemplo.

El pensamiento, desde ACT, puede seguir estando ahí, aprendiéndose en el proceso de terapia a “despegarse” de él y concebirlo como lo que es, un pensamiento; sin establecer relación causal entre lo que la persona piensa y lo que realmente hace.

Si uno tiene el pensamiento de que la entrevista de trabajo de la semana que viene va a salirle mal, se entiende que eso es un pensamiento (permítase la redundancia) sobre el futuro, no el futuro en sí, de este modo no se ataca su ocurrencia, dado que se puede pensar que algo saldrá mal y prepararse (actuar) para que pase lo contrario.

Este procedimiento supone un proceso de desidentificación con el pensamiento. El pensamiento, o la emoción, no son la persona, sino algo que la persona tiene.  En ACT esto se conoce como defusión y permite crear un espacio de flexibilidad psicológica como alternativa a la rigidez.

Como ya se explicó más arriba, la rigidez es un componente esencial en la mayoría de los trastornos psicológicos. Tiene lugar cuando la persona está enredada en lo que pasa “en su mente” sin estar abierto a la experiencia, dado que la experiencia es realmente lo que está ocurriendo.

En conclusión

La lucha en pro de la supresión de un pensamiento ha mostrado un efecto rebote en diferentes investigaciones.

En este sentido ACT es una alternativa que “rompe” con la lógica que la persona que viene a consulta trae: dejar de confrontar y abandonar la lucha; aceptar lo que no es posible cambiar y redirigirla hacia el camino de su existencia, que está abandonado, clarificando un horizonte que promueva una vida para ser vivida.

Parafraseando el título de un libro de Hayes (principal autor de ACT) saliendo de la mente para entrar en la vida.

Puedes ampliar información sobre el tema de este artículo en la siguiente bibliografía.

– Hayes, S, Strosahl, K y Wilson, K. (2014) Terapia de Aceptación y Compromiso: Proceso y práctica del cambio consciente (Minfulness). Bilbao: Desclee de Brouwer

– Pérez Álvarez, M. (2012). Las raíces de la psicopatología moderna. La melancolía y la esquizofrenia. Madrid: Pirámide

-Wilson, K., y Luciano, M. (2002). Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT). Un tratamiento conductual orientado a los valores. Madrid: Pirámide

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