martes, 15 de enero de 2019

R.D. Laing, el referente del movimiento antipsiquiátrico

R.D. Laing

Conocido como un rebelde que deshizo el orden dominante en la psiquiatría de su tiempo, R. D. Laing (1927 – 1989) nace en la ciudad escocesa de Glasgow, en el seno de una familia calvinista conservadora. Intelectualmente inquieto, con apenas quince años de edad ya había leído Voltair, Marx, Nietzsche, Kierkegaard y Freud.

¿Quién fue R.D. Laing? Primeros estudios y trabajos

R.D. Laing ingresó en la universidad en 1945 graduándose en 1951. Por aquellos tiempos prevalecía en Glasgow una intensa tradición filosófica ligada al pensamiento existencial europeo – la escuela escocesa de los personalistas – a la que R.D. Laing se mostró muy permeable.

Por su parte, en su primer libro, publicado en 1960 – El self dividido – Ronald Laing hace especial referencia a uno de los principales filósofos escoceses personalistas – John McMurray – quien afirmaba que las técnicas de las ciencias naturales son inadecuadas para el estudio de las personas.

En contraposición, la psiquiatría de su tiempo se caracterizaba por un fuerte contenido somático de las problemáticas de orden mental – nada muy diferente a la visión actual – al extremo de que los tratamientos más recurrentes oscilaban entre las terapias electro convulsivas, el coma insulínico inducido y las lobotomías.

La casa de los juegos

En este contexto, en el Hospital Real de Gartnavel, R.D. Laing, junto a sus colegas McGhie y Cameron, llevan adelante lo que se conoce como la experiencia de la casa de los juegos.

Ante unas instalaciones hospitalarias sobrepobladas y con reducido personal sanitario, Laing y sus colegas empiezan a preguntarse hasta qué punto el comportamiento de los pacientes – mayoritariamente con diagnóstico de esquizofrenia – no era producto del ambiente. Es así que disuadieron al director del hospital – el doctor MacNiven – para que les concedieran una habitación grande, confortable, equipada y con una proporción de pacientes por enfermero menor a lo habitual.

La idea era albergar a doce de los internos con peor pronóstico. Con aire desconfiado el doctor MacNiven cedió al pedido. Poco tiempo después, la atmósfera del ambiente en que se encontraban esos pacientes se volvió más distendida. Dieciocho meses más tarde, todos los doce internos, que hasta antes de iniciar la experiencia eran considerados como intratables e irrecuperables, presentaron mejoras tan significativas que recibieron alta médica.

Un año después todos estos pacientes regresaron al hospital lo que suscitó, por parte de algunos de los colegas de Laing, la argumentación de que la esquizofrenia era una enfermedad incurable, sólo parcialmente aliviada por influencia del ambiente. Por su parte, R.D Laing contra-argumentó que alguna cosa errónea habría en el ambiente social (Beveridge, 1998).

Es en este contexto que nos situamos para intentar comprender el declarado propósito del doctor Laing: hacer de la locura y del proceso de enloquecer algo comprensible.

R.D. Laing y la antipsiquiatría

Etiquetado por algunos como un psiquiatra anti-psiquiatría, en virtud de compartir algunos de los postulados del movimiento que ostentaba ese nombre, llega a declarar que no se ve a sí mismo como tal, ya que gran parte de lo que se conoce como práctica psiquiátrica es por definición anti-psiquiatría.

Otros autores, más ajustados en la definición, refieren que mucho más que un médico anti-psiquiatra R.D. Laing era, de hecho, un psiquiatra anti-médico. Uno de los principales cuestionamientos que surgen de las ideas lainguianas va de encuentro al enfoque científico-humanista de los problemas mentales – en especial de la esquizofrenia – apuntando los desaciertos de la psiquiatría en lo que se refiere al abordaje y tratamiento de la misma.

R.D. Laing y su comprensión de la esquizofrenia

Otro de los focos lainguianos es la familia y su papel en el origen y desarrollo de los desórdenes mentales, que bien podrían atribuirse a la interacción herencia-ambiente.

Para Laing la condición esquizofrénica es concebida como resultante de una inseguridad ontológica extrema, una adaptación a patrones comunicacionales disfuncionales en la familia, un viaje interior para sanar divisiones psíquicas que obligan a retomar los estados de desarrollo previo al surgimiento del falso self y un trastorno al servicio de una función política que busca controlar y oprimir socialmente, todo en pro de un supuesto bien colectivo.

Como ya referimos, el propósito de Laing era hacer comprensible la locura y el proceso del enloquecer, dando cuenta en términos existenciales de ciertas formas de locura, sin que ello implique una idea de construcción de una teoría de la esquizofrenia.

Cuando se intenta comprender el conjunto de experiencias particulares de un determinado individuo inserto en un cierto contexto existencial, conductas y verbalizaciones como las de la esquizofrenia, pasan a ser comprendidas, de lo contrario ellas mantienen un sentido esencialmente oculto. ¿Acaso no hay otras maneras de ser sanamente esquizoide en el mundo que, desde el enfoque clínico convencional, pasan desapercibidas?

La discontinuidad del esquizofrénico hacia su realidad externa es descrita por Laing como una posición existencial básica de seguridad ontológica que se contrapone a una inseguridad ontológica donde el sujeto está más preocupado por preservarse que por coexistir en cierto equilibrio con los demás.

La vivencia subjetiva de que la persona se encuentra en una situación de dependencia ontológica respecto al otro, sustituye el sentido relacional establecido en una genuina reciprocidad, siendo el falso self el encargado de mediar entre el universo interno y la realidad externa.

Desde la perspectiva lainguiana la psicosis sería un proceso en el que el sujeto se identifica exclusivamente con aquella parte de sí que juzga como no-encarnada, usufructuando así de una especie de invulnerabilidad física y un ansiado estado de espiritualidad desencarnada.

El cuerpo no es un sostenedor indestructible contra el ataque corrosivo de las incertidumbres ontológicas. No es un baluarte contra la psicosis – señala Laing (2006). La única cosa que posee el individuo encarnado es un punto de partida integral que opera con la realidad y que hace del no-encarnado un contemplador híper-consciente de todo lo que se realiza corporalmente.

Las operaciones se juzgan así como siendo tan sólo mentales. En la organización psíquica esquizoide, el sujeto se cierra en sí mismo sin recurrir a una relación con los demás. Así pues, él mismo es todas las personas que le son necesarias, lo que a su vez lo arrastra hacia una inmensa desesperación. Su universo psíquico empobrece a tal punto que el vacío se instala.

No levantando defensas contra la pérdida de una parte del cuerpo, sus esfuerzos se centran en preservar su yo en virtud del terror que provoca su propia disolución – el no-ser. Por otra parte, y contrariamente a los postulados convencionales de que la esquizofrenia es un conjunto de meros substratos somáticos que se expresan en alguien independientemente del sistema en que se encuentra inserido, el proceder esquizofrénico es visto por Laing desde una perspectiva de praxis social.

El concepto de praxis y proceso-praxis se inspiran en las ideas sartreanas expresadas por Laing y Cooper en el libro Razón y violencia – Una década de pensamiento sartreano (1972), donde manifiestan que existencialismo y marxismo presentan iguales objetivos, siendo que el primero busca al hombre dondequiera que éste se encuentre y el segundo absorbe éste en la idea. El ser humano no es incognoscible, sino desconocido.

En contra del concepto de enfermedad

Para Laing y Cooper las enfermedades adquieren su verdadera significación cuando son vistas como traducción concreta de la alienación del hombre. El existencialismo, auxiliado por el psicoanálisis, sólo puede estudiar las situaciones en que el hombre se pierde en la infancia. Es evidente que la concepción marxista de que las acciones sociales de una persona están condicionadas por los intereses generales de su clase, no es en absoluto incompatible con la idea de condicionamiento de la acción actual por la experiencia infantil.

Las sociedades más avanzadas – de ayer y de hoy – enfrentan un grave problema de incomunicación social, llamada también de soledad existencia. “No puedo experimentar tu experiencia. Tú no puedes experimentar mi experiencia. Ambos somos hombres invisibles. Todos los hombres somos invisibles unos a otros.” (Laing, 1967) Nuestra ignorancia de la propia identidad y de la identidad del otro cabe ser alterada con la fenomenología social, a la que Laing define como ciencia de la propia experiencia y de la experiencia de los demás.

Un saber interesado por tu conducta y por mi conducta, tal y como yo la vivo, así como la tuya-mía tal y como tú lo haces. Pero Laing aclara, que la experiencia-conducta no es símil de interno-externo ya que esto significa decir que mi experiencia es intra-psíquica, suponiendo que se trataría de una cierta psique que alberga mi experiencia, siendo que mi psique es mi experiencia y viceversa.

Enfocándose en la experiencia terapéutica, Roland Laing afirma que la psicoterapia debe configurar un intento obstinado de dos personas por recuperar la totalidad del ser humano por medio del nexo terapéutico. El paciente debe ser aceptado en el aquí y ahora, y no en el cambio. El hombre para ser él mismo debe alejarse de la normalidad, siendo la locura la que le permite ser y estar en adecuada sintonía con él mismo.

En contra del modelo de locura

Laing confrontando los poderes instalados de la psiquiatría no comparte los modelos de locura y mucho menos la manera en como esta es abordada – en particular con lo relacionado a la esquizofrenia – y parece tener razón cuando tenemos en cuenta que más que un proceso terapéutico se trata de un encuentro humano-técnico. Esto hace del otro un objeto de examen, lo que por consecuencia lo degrada de su calidad de sujeto.

ronald-laing

Es un equívoco pensar que la cordura consiste en la capacidad de alguien adaptarse a la realidad externa y la locura un fracaso de este intento.

Según el pensamiento lainguiano, la locura es como un viaje que busca remediar el terrible estado de alienación a que llamamos normalidad (Rivera, 2011). Constatamos con cierta facilidad la vigencia de algunos de los postulados de R.D. Laing, al tiempo que los avances del pensamiento humano en lo que toca a las áreas del llamado binomio salud/enfermedad mental poco parecen haber progresado, entre otras cosas porque el modelo dominante insiste en mantenerse entre los parámetros de normalidad/anormalidad. Pero claro, sobre tantas nebulosas otras tantas luces llegan para aclararnos la visión.

Es ineludible referir que gran parte del trabajo de R.D. Laing refleja su propia experiencia de vida. Si partimos de la base de lo que fue su formación de niño, no se requiere mucho esfuerzo antes de empezar a comprender que la primera ruptura que Laing concreta es justamente con sus raíces culturales de fuerte tinte religioso conservador en su seno familiar. Más aún si consideramos que se trató de un hijo manifiestamente no-deseado.

Es importante destacar que su visión humanista-existencial no presentó en sus inicios vestigios de orden místico-espiritual, pero, más tarde, surge una cierta relevancia de este aspecto. ¿Podría encuadrarse este fenómeno como un intento de retorno a sus raíces cristianas? Es muy posible que gran parte de la obra de R.D. Laing haya sido un permanente intento de justificar su propia historia y experiencia de vida.

Esto no desmerece su trabajo y esfuerzo, por el contrario, a nuestro ver le da un sentido de mayor autenticidad. Enfrentar el statu-quo del corporativismo médico-psiquiátrico, desafiar y denunciar los excesos y contraponer alternativas diametralmente opuestas al pensamiento dominante, no es una tarea que cualquiera esté dispuesto a asumir y dar seguimiento.

Una cosa podemos sacar en claro y es que muy a pesar de los avances registrados en áreas como las neurociencias, la farmacología y las intervenciones terapéuticas, las personas con esquizofrenia continúan cargando el doloroso peso del estigma y la culpabilización ante fenómenos derivados de su estar y ser en el mundo, y los llamados normales continuamos creyendo que no tenemos nada que ver con eso.

Referencias

Beveridge, A. (1998) R. D. Laingrevisited. Psychiatric Bulletin, pp.452- 456.

Laing, R. (1967) La política de la experiencia el ave del paraíso. Editorial Crítica: Barcelona.

Laing, R. (2006) El yo dividido. (5ª ed.) Editorial Fondo de Cultura Económica de España. S.L.

Laing, R. & Cooper, D. (1972) Razón y Violencia – Una década de pensamiento sartreano. Editorial Paidós: Buenos Aires.

Rivera, F. (2011) Laing un rebelde que desafío el orden psiquiátrico imperante.

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