¡Sí, la vida duele, y las ausencias nos vacían por dentro!
Qué dolor más grande se siente, cuando comprendemos el significado en toda de su extensión de la palabra nunca y es que pocas palabras duelen tanto cuando se entienden. Cuando comprendemos que nunca más le volveremos a ver, a oír su voz, sus consejos, su sonrisa y que sólo nos podemos conformar con su recuerdo, que no es más que retales de momentos que hemos unido para que su memoria nunca desfallezca.
Y es que en ese momento sentimos como dijo Miguel Hernández que :”Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento…me duele más tu muerte que mi vida”.
Tras ese momento, toca renacer, recoger los pedazos de ser que queda de nosotros e ir armándonos poco a poco.
En nuestra sociedad la muerte es un tema tabú, es curioso que lo único seguro de la vida, lo sea, pero ahí está una de las incongruencias del ser humano. Debemos entender este suceso como algo natural, aunque nos destroce, nos ahogue y hunda en un pozo.
El duelo se define como aquel proceso extendido en el tiempo necesario para superar la pérdida de una ausencia, bien sea por una defunción una ruptura u otra índole (que a pesar de ser situaciones distintas comparten cierto parecido).
Existe una gran bibliografía en base a las fases del duelo por las que pasamos, por lo que no me voy a detener mucho en ellas:
Negación, donde no queremos asumir la realidad para evitar el dolor que produce.
Ira, ante la situación frustración e inconformismo, lucha contra el destino, la vida, Dios…
Negociación, a pesar de que conscientemente no haya solución y lo sepamos, negociamos para que esa persona no nos abandone totalmente, que eso no haya pasado, que todo sea un sueño.
Depresión, es aquí donde soltamos todo el bagaje emocional y nos dejamos llevar por la emoción primaria de tristeza y pena que inunda nuestro alrededor, tan necesaria como dolorosa.
Aceptación, es esta etapa donde se puede decir que hemos aprendido a vivir con la ausencia de ese ser querido, que por supuesto no significa olvidarlo. En este punto es clave la resiliencia.
De estas etapas decir, que no tienen porque ser lineales, ni todo el mundo debe pasar por todas, puede haber retroceso, alternarse e incluso repetirse, cada persona es distinta y lleva sus tiempos.
Entonces cómo debemos afrontarla, qué debemos hacer para superar ese duro trance…aquí viene lo peor y lo mejor: no hay una fórmula mágica. Lo peor, porque ojalá pudiéramos borrar ese dolor, lo mejor, porque es algo que nos hará más fuerte y si logramos un duelo sano, nos hará valorar más la vida.
En primer lugar debemos asumir la situación. Sí ha pasado, no queríamos pero ha sucedido hemos de asumir la pérdida, no hay vuelta atrás, hay que mirar al frente.
En segundo lugar entender lo que sentimos, a veces sentimos tantas cosas que no sabemos cómo gestionarlo, en ese momento déjate llevar, fluye, no te cohibas, di lo que sientes. Tienes el derecho de sentir lo que quieras: ira, pena, frustración, dolor, e incluso alivio y paz porque ya esa persona no sufre, son sentimientos que emanan de tu interior, no tienes culpa de lo que sientes. Compártelo ayudará a sanar.
Aprende a vivir la nueva situación si quien se ha ido tenía un rol muy importante en nuestra vida, tendremos que aprender a vivir sin esa figura, no es necesario buscar quien lo sustituya, ni echarnos a la espalda toda las responsabilidades de esa persona, basta con pedir ayuda si la necesitas, decir que te sientes desbordado, que no sabes por dónde empezar. No te reprimas, te han sacado de tu zona de confort de un empujón sin avisar. Hay que volver a caminar.
Crea tu propio recuerdo ese que te dé fuerzas para seguir adelante y que te acompañe toda tu vida, que no duela, pero que puede crear nostalgia y melancolía, que te arrope y te guíe.
Una buena gestión emocional es fundamental para superar ese duro trance y alguna de los consejos para llevarlos a cabo son los siguientes:
- Haz un listado de momentos positivos, buenos que te hagan sonreír y recordar a esa persona de una forma alegre y feliz.
- Revisa fotos y momentos felices en los que caigas en la cuenta de en qué grado esa persona disfrutó la vida
- Realiza técnicas de relajación alternándola con pensamientos de desasosiego para reducir su impacto emocional paulatinamente (Este punto sería más correcto realizarlo con un terapeuta)
- Escríbele cosas que necesites contarle.
- Revisa un listado de adjetivos sobre las emociones, en ocasiones el bloqueo mental, viene dado por no saber expresar cómo nos sentimos y es necesario ponerle nombre a lo que sentimos, comprenderlo y compartirlo.
- Despídete, dile todo lo que te gustaría haberle dicho y no pudiste, aquello que se te quedó en el tintero y el tiempo te ha hecho recordar, cuéntale los esfuerzos que estás haciendo para superarlo (E incluso si eres una persona espiritual, pídele ayuda). Pero que esa despedida te ayude a seguir adelante y a caminar con su recuerdo, pero no a través de su necesidad.
Si eres acompañante de una persona que está pasando por un duelo, es importante también huir de ciertos tópicos no malintencionados pero contraproducentes.
- Es necesario que acompañes a esa persona en su dolor hasta que se habitúe, es cuestión de tiempo, sólo necesita sentirse acompañado, pero el dolor es fundamental sentirlo.
- Evita frases de tipo, “ya no sufre” (¿Y si esa persona le compensaba sufrir por seguir viviendo), “Sé como te sientes” (Cada persona siente la muerte de una forma distinta, por lo que no lo podemos saber), “Ya está descansando” (Quién nos dice que quería descansar), “Tienes que ser fuerte” (No, tiene que llorar, sufrir y desmoronarse para superarlo), “No llores”. Todo ello puede generar ansiedad, culpa o frustración
Sustitúyelas por: “estoy aquí para lo que necesites”, “Te quiero”, “Estamos juntos en esto”, “No te voy a dejar solo”…
En definitiva la muerte es algo ineludible de lo que nadie puede escapar, dicen que es el juez más justo, porque no entiende de raza, edad, poder adquisitivo o circunstancia. Pero ello, no nos debe hundir o entristecer, la muerte debe ser una explosión de fuerza de vida, debe empujarnos a vivir con más fuerza y energía cada día.
Vivir por nuestros seres queridos, porque si hay algo que nos une a todos, un deseo universal es que, el día que no estemos, deseamos que los que se quedan aquí, sean capaces de seguir adelante. Así que no hay mayor acto de amor y sacrificio que seguir adelante a pesar de las ausencias, a pesar de todo,
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