En la crisis del COVID-19 hemos perdido seres queridos y también objetos (trabajos, empresas, expectativas, certezas, estatus socioeconómico…).
Es el acto de reflexionar, decía Cicerón, lo que puede mitigar el dolor, y no el simple paso del tiempo (Cicerón, 44 a.C.). El paso del tiempo puede ser un aliado en un trabajo de duelo que, ineludiblemente, tendremos que afrontar.
Este trabajo de duelo consistirá en una reorganización. Tendremos que aprender a perder, a dejar ir a la persona u objeto. Tendremos que reorganizar las identificaciones que conforman nuestra identidad, los basamentos de nuestro amor propio y nuestras relaciones de satisfacción con el mundo.
No perdemos sólo a una persona querida, sino también lo que esta persona significa para nosotros: el motivo de levantarnos cada mañana, el sentido de nuestra vida… Igualmente, al trabajo suele ir asociada nuestra identidad, nuestro amor propio, nuestros sentimientos de valía personal… Podemos empezar por preguntarnos, ¿qué significa la pérdida para nosotros?
Dificultades en la época del COVID-19
Un trauma es un “acontecimiento de la vida del sujeto caracterizado por su intensidad, la incapacidad del sujeto de responder a él adecuadamente y el trastorno y los efectos patógenos duraderos que provoca en la organización psíquica” (Laplanche y Pontalis, 1996: 447).
La experiencia de no poder despedirse de los seres queridos ha podido ser especialmente traumática. Quedan asuntos pendientes, palabras no dichas, el perdón… Es fácil que vengan sentimientos de culpa.
La ausencia de un funeral convencional afectó al ritual simbólico que ofrece sentido y privó del consuelo de familiares y amigos.
En tiempos de inmediatez, de baja tolerancia a la espera, y a todo lo que sea negativo, puede ser difícil establecer vínculos de apertura afectiva y escucha empática con los otros.
Abrir un espacio de intercambio de significados, de creación de sentido, de compartir afectos y dolor, genera sostén y es reparador. Precisamente la toma de contacto con nuestra fragilidad abre la posibilidad del reconocimiento del otro, la tristeza le abre la puerta al amor y a la escucha.
Las asociaciones de víctimas empiezan a dar cuenta de las injusticias que se han producido: trabajadores que no han cobrado el ERTE; personas que han recibido los restos mortales de otro (o lo sospechan); personas que han muerto porque no recibieron la protección adecuada, etc. Su trabajo es fundamental para que el silencio no horade el trauma.
La angustia
Toda ausencia nos remite a nuestras ausencias primordiales, a nuestras heridas, a veces a aquello que nunca se tuvo. Podemos no estar reaccionando solo a este duelo, sino a otros muchos anteriores que no hemos elaborado. ¿Qué pérdida original se esta repitiendo?
Con la pérdida lo primero que se desata es angustia. Apenas se esta dedicando atención a aquellos que han perdido sus medios económicos. Aquellos que además de la angustia por las pérdidas, sienten la angustia de la incertidumbre y la angustia del silencio social.
La angustia, si no se canaliza, puede formar síntomas. Las personas no solo necesitan una escucha sostenedora, sino también respuestas a sus necesidades materiales y un reconocimiento social de las injusticias recibidas.
El duelo enquistado
El proceso de duelo puede derivar en depresión. Cuando la persona empieza a autodenigrarse podemos estar ante el efecto de una culpa que, desgarradoramente, sostiene la negación de la pérdida en el martirio del castigo.
La culpa también tapona la angustia ante la pérdida de control (“ocurrió por culpa mía, no por las circunstancias”). La culpa sobreviene ante sentimientos hostiles inconscientes hacia el ser amado.
La acumulación de duelos no elaborados nos puede doblegar. La agresividad e irritabilidad pueden esconder un agujero de tristeza. Los problemas psicosomáticos expresan todo lo no dicho.
Las adicciones pueden tratar de llenar ese agujero, o bien de huir del duelo: adicción al sexo, al trabajo, a las redes sociales, al juego, a las apuestas, a las sustancias, al consumo.
La hiperactividad, como forma de tratar de llenar el vacío con actividades. Podríamos decir que nuestra sociedad vive en una road movie constante, que tuvo que parar en el motel de carretera del COVID-19. Motel del que algunos ahora no pueden salir.
El abuso de los psicofármacos era una realidad conocida en nuestro país y, según la UAB, desde el inicio de la pandemia se ha duplicado el consumo de sedantes, tranquilizantes y somníferos (Gaibar, 2020). Los psicofármacos pueden ser muletas, amortiguan un dolor excesivo, calman en una crisis de angustia; pero utilizados como si fueran el bálsamo de Fierabrás impiden el acceso al duelo y cronifican el sufrimiento.
Históricamente, España acumula duelos no elaborados. Siguiendo a Clara Valverde, los traumas de la Guerra Civil, y la posterior represión, generan efectos en las futuras generaciones, como la necesidad de tener enemigos, la polarización de la sociedad, el victimismo, la venganza y el miedo a denunciar al poder (Valverde, 2014).
En este sentido, y teniendo en cuenta el discurso guerracivilista que se maneja hoy en muchos ámbitos de poder, podríamos estar ante una inminente fractura social producto del sufrimiento por duelos enquistados.
¿Cómo podemos ayudar al sufriente?
Lo primero sería preguntarnos qué nos motiva a ayudar. A veces la motivación es egoísta; por ejemplo, porque nos sentimos culpables o angustiados. Lo segundo sería preguntarnos si estamos bien, si podemos hacerlo. Hacer daño, y hacernos daño, es fácil si no se toma conocimiento, sobre todo, de nosotros mismos.
Hay que respetar los tiempos de la persona: puede que necesite mucho tiempo en aceptar que esto ha pasado, o que no tenga recursos para hacerlo. Respetar sus necesidades: puede que necesite estar sola, guardar silencio, recogerse… Permitir que hable de lo negativo, de lo positivo; que pueda expresar amor, odio, agresividad (hacia sí y hacia los demás), sin temor a la censura.
Lo habitual es que censuremos, reprimamos, porque lo que trae el sufriente nos remueve y angustia (sin angustia no hay escucha, dicen algunos). Si no podemos ofrecer un canal de escucha tendremos, al menos, que tratar de no hacer daño.
La actitud consiste en acompañar, estar ahí para esa persona, ofrecer ayuda, sin tratar de imponerla, y cuidar de no dañar el amor propio del sufriente.
La escucha atenta y el amor pueden curar casi todo, o, al menos, hacer la vida vivible.
En resumen
La pérdida nos coloca ante la necesidad de elaborar un duelo, tanto por las personas queridas como por los objetos (trabajo, empresas, certezas…) que hemos perdido. Las dificultades surgidas en el COVID-19 han podido ser traumáticas: no poder despedirse de las personas amadas, la precariedad económica.
Combatir el silencio y dar un espacio de escucha en un vínculo de confianza serán fundamentales para evitar mayor sufrimiento. Los duelos enquistados se esconden en multitud de síntomas, algunos más o menos aceptados socialmente, como la hiperactividad.
La especial psicología de masas de los españoles, vulnerable por los duelos históricos no afrontados como sociedad, nos hacen más vulnerables al sufrimiento o a la fractura social. Finalmente, para poder ayudar debemos cuestionarnos a nosotros mismos y respetar en todo momento los tiempos y necesidades del sufriente.
Al modo de nuestro don Quijote: “…Decir vuestros males, que oídos os escuchan que sabrán, si no remediarlos, dolerse dellos” (Cervantes, 1615: 1037-1038).
Referencias
Cervantes, M. (1615). Don Quijote de la Mancha. Edición de Instituto Cervantes. España (2004): Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores.
Cicerón, M.T. (44 a.C.). Obras completas de Marco Tulio Cicerón. Tomo V. España (1884): Luis Navarro Editor.
Gaibar, L. (2020, Mayo 20). El consumo de psicofármacos entre la población asalariada se ha duplicado desde el inicio de la pandemia. El Salto Diario. Recuperado de: https://ift.tt/3bNE7wX
Laplanche, J., Pontalis, J.B. (1996). Diccionario de psicoanálisis. Argentina: Paidós. Recuperado de: https://ift.tt/38U00KT
Valverde, C. (2014). Desenterrar las palabras. Transmisión generacional de la violencia política del siglo XX en el Estado español. España: Icaria.
from Psicocode https://ift.tt/2Ol26Kj
via
IFTTT