miércoles, 12 de octubre de 2016

La importancia de transmitir cultura de seguridad a nuestros hijos (2ª parte)

intervención

Siguiendo con el post anterior, educar en la cultura de la seguridad no es una tarea nada fácil e implica enseñar a cuidarse ante cualquier situación, persona o lugar que potencialmente puede  implicar un riesgo. Véase por ejemplo el desgraciado incidente en el pabellón Madrid Arenas del pasado 1 de noviembre de 2012, en la que perdieron la vida cinco jóvenes.

Por tanto una vez concienciados que queremos enseñar y potenciar la prevención, podemos informarnos de las oportunidades disponibles y cercanas según vivamos en un municipio u otro.

Hoy en día las ciudades y las poblaciones en general están diseñadas para moverse en vehículos motorizados principalmente y desde una perspectiva de adultos. No vemos niños jugando en la calle o caminando al colegio incluso en muchos entornos rurales desde hace tiempo. Usamos espacios cerrados como los centros comerciales o determinados establecimientos, para que campen a sus anchas. En realidad los vemos como lugares aparentemente más seguros, pero… ¿qué estamos fomentando? ocio sí, pero en una jaula de consumo. De hecho los presos están más tiempo al aire libre que nuestros hijos, puesto que estos tienen dos horas al día de patio.

Después de superar la etapa infantil, pasamos de controlarlos y supervisarlos de cerca, a tener que permitir que salgan con los amigos, sin antes haberles ofrecido una formación previa “de campo”, que vaya calando poco a poco en cultura de la seguridad. Y ahí es donde surge el vacío que les incapacita y les limita a no saber ver el riesgo, no saber decidir si siguen o no al grupo, no saber decir no a una copa…

Las tecnologías como control mediante llamadas, whatsApp o GPS, no son prevención. Ser padres y madres responsables implica dar “alas” en la medida que los hijos demuestran su responsabilidad, y esto implica ponerles a prueba después de haber sido instruidos para ello. Quizás tengamos que preguntarnos si nuestro miedo es un obstáculo para su desarrollo y el camino más fácil es nuestro control, vigilancia continua y sermones en momentos puntuales.

Sin embargo iniciativas como los caminos escolares, dirigidas a que los menores puedan ir y volver de la escuela con autonomía y a la vez de forma segura -implicando a los residentes de la zona-, `proporcionan un primer contacto autónomo con el mundo exterior,  además de hacer ejercicio al caminar o ir en bicicleta. Estamos potenciando al mismo tiempo modos sostenibles para el medio ambiente y una mayor sociabilización con otros chicos de su entorno.

Los primeros proyectos de camino escolar tuvieron su origen en la ciudad danesa de Odense en la década de los 70 y han llegado a nuestro país implantándose afortunadamente cada vez más en muchos municipios después de propagarse por centro Europa en los años 90.

El proyecto “la ciudad de los niños y niñas” impulsado por Francesco Tonucci en 1981 y al que se han unido más de 200 municipios, pretende conseguir que la administración de estas poblaciones implicadas modifique la filosofía de vida en la gestión de los espacios públicos, teniendo en cuenta a los niños y que estos puedan jugar, ir solos a la escuela y que en definitiva el entorno se adapte más a los menores que a los adultos y no viceversa como en la actualidad.

«No es que los niños no salen porque la ciudad no es segura, sino al revés: la ciudad ya no es un lugar seguro porque no hay niños en la calle» (Tonucci 2016).

Educar en seguridad vial en todas las etapas de la vida,  es un objetivo deseable y viable, pero realmente no soluciona la prevención integra, ya que ésta se interioriza cambiando valores, creencias, y en definitiva una filosofía de vida que respete y haga crecer a las personas. Una buena motivación y un cambio de actitud fomentada desde edades tempranas y en coherencia casa-escuela-municipio  previene de por vida y en todos los ámbitos, yendo más allá en la seguridad vial.

¿Qué competencias han de aprender nuestros hijos a partir de una cierta edad?

  • Autonomía
    • Retirando la vigilancia de forma progresiva a medida que el niño demuestra haber aprendido las aptitudes necesarias y suficientes. Primero de forma supervisada, hasta poder desplazarse en solitario.
    • Conociendo lo necesario e imprescindible de las normativas vigentes.
  • Autoconciencia y responsabilidad
    • Enseñando a estar atentos en los traslados, ya sea a pie, en monopatín, segway, bicicleta, moto, coche o en cualquier otra modalidad, aunque vayan acompañados.
    • Nombrándoles copilotos y colaboradores activos, pues una buena atención es un antídoto de las distracciones.
    • Identificando las señales relacionadas con la seguridad.
    • Conociendo las consecuencias de sus comportamientos.

  • Empatía y asertividad
    • Escuchando su opinión, dejándoles participar, observando su conducta, para que puedan comprender y ser tolerantes con los demás.
    • Defendiendo asertivamente sus derechos y opiniones con respeto.
  • Iniciativa y capacidad de respuesta
    • Sabiendo identificar los riesgos y peligros.
    • Aprendiendo a evaluar la situación y a tomar decisiones (Pensar, entender y actúar).
    • Enseñándole a actuar con precisión y celeridad ante determinadas situaciones.
  • Orientación espacial
    • Aprendiendo a planificar y localizar el lugar dónde va a ir. De tal manera que el niño colabore en las actividades que participa.
    • Siendo independientes para que el joven sepa ir y volver sin que dependa del amigo más hábil o de un adulto.
  • Conciencia de su estado
    • Detectando sus emociones y
    • Conociendo que afectan a su capacidad de reacción. La percepción del riesgo cambia con las emociones intensas tanto si son positivas como negativas.

prevención

Es necesario que los organismos responsables velen por la seguridad de la ciudadanía, pero es necesario también responsabilizarnos cada uno de nosotros. Como cuidadores tendremos en cuenta la importancia de traspasar a los hijos el autocuidado, de forma proactiva con nuestra manera de vivir. De poco sirve que estén al día en ortodoncia, podología, logopedia, oftalmología etc. si no aprenden por ejemplo a  estar atentos de lo que les rodea y detectar el riesgo a tiempo, o a reaccionar de forma rápida y efectiva cuando sea necesario.

Además de unos buenos hábitos seguros sería conveniente que aprendieran hábitos sostenibles, que respeten el medio ambiente, contaminando menos y promoviendo el reciclaje, así como hábitos saludables y entre otros, cuando sea posible utilizar los transportes públicos si no se puede ir a pie.

Por tanto, si incorporamos estos valores en nuestra labor educativa, habremos reducido el riesgo para ellos y habremos contribuido a mejorar el medioambiente. Algo que seguro puede ser uno de nuestros legados.

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Photo Credit: DJ via Shutterstock

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