lunes, 3 de octubre de 2016

Una mirada ética a las conductas adictivas

conductas adictivas

Las conductas adictivas pueden definirse como el uso o abuso de sustancias legales o ilegales, que se convierten en el eje fundamental del estilo de vida de una persona. Además pasan a ocupar en exceso su tiempo de vida y crean disfuncionamiento en áreas esenciales de su existencia, con manifestaciones o síntomas negativos en la esfera física, psíquica, social, cultural y espiritual.

Se caracterizan por la capacidad que tienen para producir gratificación inmediata o alivio de algún malestar. Esta es la razón por la cual resulta fácil que terminen por generar dependencia, es decir, un patrón de comportamiento desadaptativo, que conduce a un deterioro global de la persona. Otras particularidades que se destacan son la depresión, la autoestima baja y el pobre control de impulsos. También el individuo se obsesiona con el objeto, persona, actividad o sustancia y lo busca a pesar de que sabe que está causando daño a sí mismo y a otros.

Las más conocidas pueden ser originadas por sustancias químicas y resultan generalmente a las que más énfasis se les presta por los profesionales que laboran en este ámbito. Las adicciones conductuales o sociales en la actualidad han experimentado un crecimiento notorio en cuanto a la destrucción y subyugación de la salud.

Dentro de las conductas adictivas producidas por sustancias químicas debemos tipificar su alcance y características. Históricamente las drogas ilegales han sido consideradas las más dañinas, por su poder adictógeno, gran intensidad de acción y rápido deterioro que produce en los consumidores.

Las drogas legales (alcohol y tabaco) deben tenerse en cuenta puesto que son las iniciadoras de la cadena adictiva, sirviendo de porteras al uso de las ilegales. Mediante un desarrollo pausado, el individuo es atrapado en primera instancia por un consumo experimental y dirigido a la búsqueda de nuevas sensaciones que lo relajan emocionalmente. Las drogas legales resultan muy eficientes para enfrentar las tensiones cotidianas a la vez que constituyen el grupo que produce las mayores pérdidas de vidas humanas.

La ética es un tipo de saber que intenta construirse racionalmente, utilizando para ello el rigor conceptual y los métodos de análisis y explicación propios de la Filosofía. Como reflexión sobre las cuestiones morales, pretende desplegar los conceptos y los argumentos que permitan comprender la dimensión moral de las relaciones humanas, sin reducirla a sus componentes psicológicos, sociológicos, económicos o de cualquier otro tipo, nunca ignorando que tales factores condicionan el mundo moral.

Las doctrinas morales se ofrecen como orientación inmediata para la vida moral de las personas, mientras que las teorías éticas pretenden más bien dar cuenta del fenómeno de la moralidad en general. Por tanto, para entrar en un análisis consecuente y realizar una valoración ética adecuada de las conductas adictivas es necesario efectuar dicha valoración partiendo de su dimensión moral.

La actividad moral constituye el primer elemento de la estructura de la moral y tiene como particularidad la de distinguir los actos humanos por la implicación que tienen para un individuo o una colectividad. Para comprender la esencia de la actividad moral hay que tener en cuenta los rasgos fundamentales que la distinguen: la motivación, el resultado y la valoración correspondiente de ambos aspectos.

Cuando un sujeto incorpora en su estilo de vida una actividad que ocupa la mayor parte de su tiempo, hablamos de una conducta adictiva, y a la vez dicha acción crea disfuncionamiento en áreas fundamentales de su vida; sin duda está provocando un desbalance en su actividad moral. En este momento en el que el sujeto se encuentra en pleno auge de su adicción, le resulta imposible no fusionar su actividad moral con su conducta adictiva. Este hecho no le da la oportunidad de distinguir la implicación que sus actos tienen para la sociedad ni para su individualidad.

La conducta adictiva pasa a formar parte de la actividad moral del sujeto. Su motivación hacia el deber ser, hacia lo correcto queda relegada a un plano inferior, para ser reemplazada por una motivación hacia la adicción. Como resultado de este cambio de actitud se obtiene una acción moral orientada igualmente hacia la conducta adictiva, es decir, su deber ser se sitúa bajo los términos de lo que es correcto dentro de las adicciones y bajo esas circunstancias actuará. Lo mismo sucede con la sociedad que valorará su accionar basándose esencialmente en su proceder como adicto.

Para comprender mejor el segundo componente estructural de la moral es necesario vincularlo con la relación social. El ser humano constituye el conjunto de sus relaciones sociales, la relación moral se compone por la calidad de las relaciones sociales expresada en el hecho de implicar una afectación favorable o desfavorable con respecto a un individuo o un grupo. La relación social por sí misma no presenta un contenido moral obligatorio, lo logra en la medida en que el vínculo establecido por el sujeto tiene implicaciones para sus semejantes.

En este sentido la relación social que se establece entre el sujeto que padece de una conducta adictiva y la sociedad va a influir determinando el contenido y la relación moral que se alcance mediante el vínculo con la sociedad.

Al convertirse la adicción en su actividad moral, su comportamiento con la sociedad estará regulado bajo los parámetros de la conducta adictiva. La sociedad de manera general no acepta y siente prejuicios hacia las personas que padecen alguna conducta adictiva. Las relaciones sociales que se construyen entre estos dos polos van a estar condicionadas por la actitud negativa y el estigma que se tiene con respecto a las adicciones y las personas que las padecen. Bajo estas circunstancias es que se va formando el contenido moral de las relaciones morales del sujeto con la sociedad.

El tercer elemento de la estructura de la moral lo constituye la conciencia moral. Aunque tradicionalmente se le ha caracterizado como el lado ideal de la moralidad, debemos tener presente que la conciencia moral es subjetiva por su forma, pero objetiva por su contenido. Este criterio conlleva a un pronunciamiento en contra del punto de vista que tiende a caracterizar la actividad moral como objetiva y la conciencia moral como subjetiva. La actividad moral, la relación moral y la conciencia moral solamente pueden ser aprehendidas en toda su riqueza si se comprenden como resultado de la interrelación dialéctica de lo objetivo y lo subjetivo. La conciencia moral es la especificidad que caracteriza a los fenómenos de la conciencia consistente en reflejar los intereses individuales o colectivos, constituye una forma especial de asimilación espiritual de la realidad.

Las conductas adictivas ejercen una influencia de gran magnitud en el individuo al punto de transformar su conciencia moral. Esta, al igual que las conductas adictivas, está formada por la interrelación dialéctica de componentes objetivos y subjetivos. La suma de estos elementos dará como resultado que el paciente que posea una conducta adictiva determinada, verá afectada su conciencia moral de forma tal que reflejará componentes e intereses encaminados a la satisfacción individual subordinada a las conductas adictivas. Al poseer una conciencia moral adictiva, el sujeto va a asimilar la realidad o crear su realidad espiritual bajo estos órdenes.

Es así como la actividad moral, la relación moral y la conciencia moral van a estar signadas por la conducta adictiva que se padezca. La adicción se adquiere de manera consciente y voluntaria; el paciente se vuelve adicto ciertamente por los efectos que la adicción produce en el orden sensitivo, intelectual o vivencial. Además de estos efectos, produce otros, pero en el orden de su moralidad y la ética personal.

La autoconciencia y la autodeterminación son cualidades que poseen todos los individuos, por tanto eso los convierte en actores libres de decidir por su vida. Es decir, el individuo que padece una conducta adictiva renuncia, ya sea por poco o mucho tiempo, a la esencia de ser humano que lo caracteriza. La adicción maniobra a través de su accionar mecánico y dominante para despojar al individuo de la libertad de ser un sujeto comprometido y responsable. Opera directamente en la conciencia.

En esta tarea ardua de realizar una valoración ética de las conductas adictivas partiendo de la moral, resulta trascendental establecer ciertos criterios de lo que se puede definir como la moralidad de las personas. En primer lugar expresar que el bien de un individuo debe estar estrechamente emparentado a la constancia y el progreso de ese mismo individuo y no a su decadencia o privación de libertad. Las conductas adictivas entran en total contradicción con este razonamiento, puesto que el primer efecto negativo que tienen las mismas es el de privar de toda libertad al individuo, lo cual arrastra consigo consecuencias tales como un desarrollo individual nulo y una permanencia y actitud muy inconstante dentro de la sociedad.

Las conductas adictivas emergen para modificar de alguna manera la personalidad de quienes se encuentran sometidos. El logro mayor de las conductas adictivas radica en el poder de alterar la idea de lo que es el hombre y de lo que puede llegar a ser, acarreando como consecuencias un cambio en la determinación de los juicios morales hasta esos momentos socialmente permitidos. El adicto se despoja de toda moralidad para convertirse en un esclavo de las adicciones, lo da todo a cambio de ellas.

Partiendo de los presupuestos de la ética y la moral, no trasciende como aceptable que un individuo se sitúe a merced de una conducta adictiva. Para esto es necesario analizar al sujeto en concordancia con el medio social en el que se desarrolla, en el sistema de relaciones sociales en el cual está inmerso. Analizar al sujeto como un ente aislado de la sociedad sobrevendría en un sesgo para la investigación. Del mismo modo en que se posee conciencia, estamos provistos de moralidad, lo que es importante tener en cuenta que la moralidad se encuentra subordinada y condicionada por la conciencia cuando se está en manos de una adicción.

La valoración de las conductas adictivas desde el punto de vista de la moral es necesaria hacerla partiendo del sistema de relaciones sociales en el cual esta sumido el sujeto. Cualquier análisis que se haga aislado de este presupuesto conlleva a criterios sesgados.

Entender las conductas adictivas significa plantearse el problema moral en su forma más pura. El individuo que padece una conducta adictiva lo hace consciente y voluntariamente, además por los efectos que produce en el orden sensitivo, intelectual y vivencial y en consecuencia se proporciona el momento de convertirse en dependiente de ella.

Photo Credit: Alcoholismo via Shutterstock

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