No cabe duda de que una de las consecuencias más palpables de la globalización es la multiculturalidad. Se respira allá donde vamos, en las calles que transitamos e incluso en nuestro entorno laboral.
La oferta de trabajo internacional, las oportunidades para estudiar en el extranjero, las apps para conocer gente y el “boom” de las aerolíneas de bajo coste han conseguido que compartir nuestro día a día con personas de múltiples nacionalidades sea una realidad perfectamente implantada en la actualidad.
Inevitablemente (y como con todo), el amor no podía ser una excepción: según el Instituto Nacional de Estadística, de cada cien matrimonios que se celebran en nuestro país los enlaces entre oriundo y extranjero suponen un 17,6 % del total.
Cualquier relación conlleva un proceso de aprendizaje y de adaptación mutuo. En el caso de las parejas interculturales o mixtas, cuyas formas de vida son más propensas a ser antagónicas, amoldarse sin perder su esencia supone un auténtico reto que puede llegar a truncar la felicidad de ambos. Sin embargo, derribar cualquier barrera ideológica y cultural es posible si los dos lo desean.
¿Qué necesitamos para que una relación intercultural funcione? Respeto, paciencia, flexibilidad cognitiva, negociación, comprensión y empatía son algunos de los ingredientes que nos ayudarán a encontrar el equilibrio.
Alejandro Jodorowsky afirmó que la familia, la sociedad y la cultura “nos pone en un molde”, y que cuando nos salimos del molde “empieza la curación”, y no solo eso: añadió que “hay que hacer algo que nunca haya hecho uno y mientras más difícil, mejor”. Desde nuestros primeros días de vida, nuestros padres, la sociedad y la escuela configuran un molde que nos acompaña durante todo el ciclo vital.
El comportamiento, la religión, las ideas y el juicio que determina si algo es normal, justo o coherente son factores intrínsecamente condicionados por el mismo.
La capacidad que tiene nuestro cerebro para adaptar nuestra conducta a situaciones inesperadas, cambiantes o novedosas recibe el nombre de flexibilidad cognitiva y es la que hace que establezcamos nuestros límites con mayor o menor rigidez.
En este tipo de relación, la escucha activa y la comunicación cobra vital importancia: se debe valorar si ambas partes están dispuestas a tolerar ciertas cosas que para el otro podrían ser fundamentales y establecer unas bases: la monogamia, el concepto de fidelidad, la forma de entender el trabajo, el valor otorgado a la familia o el dinero y la educación que se quiere inculcar a los hijos podría diferir por completo, por lo que es importante reflexionar acerca de qué es aceptable o no para cada uno y en qué estamos dispuestos a negociar.
Dicha puesta en común no es tarea fácil, ya que las creencias y los rituales de cada cultura están normalizados dentro de las mismas y en numerosas ocasiones van más allá de la razón, por ello pueden ser difíciles de entender si no se comparten las mismas tradiciones.
No se trata de comprender a qué se debe cada rito ni si tiene sentido para nosotros, sino de respetar las diferencias y entender que los hábitos de vida están marcados por la educación y el entorno que ha formado al individuo.
A pesar de que no exista una fórmula mágica para hacer que este tipo de uniones funcione, si hay una capacidad humana clave en las relaciones interculturales es la empatía. En el caso de las parejas mixtas, muy probablemente cada uno provenga de un ambiente totalmente distinto (una metrópolis frente a un área rural), o que uno de los dos tenga cinco hermanos y el otro sea hijo único, o que mientras que uno se ha movido por todo el mundo el otro siempre haya vivido en la misma ciudad, por ejemplo.
Toda esta diversidad de experiencias hacen que la forma de ver el mundo y enfrentarse a la vida sea distinta, el proceso de entendimiento resulte más complejo y, por ende, la capacidad de ponernos en la piel del otro.
Es fundamental que la pareja se comunique, resuelva conflictos y se ofrezca apoyo mutuo, por lo que debemos ser empáticos recíprocamente y aprender a identificar las necesidades, sentimientos y deseos de nuestra pareja.
Algunas de las claves fundamentales podrían ser las siguientes:
Aprender o interesarse por el idioma, conocer el país de la pareja y participar, aunque sea de manera puntual, en alguna actividad perteneciente a sus costumbres.
Esto no significa que el individuo tenga que sustituir sus propias tradiciones por las de la pareja ni renunciar a su círculo de amistades por otro nuevo ya que sería perjudicial para ambos, pero la toma de contacto con las raíces de alguien no solo nos enriquecerá a nivel personal y cultural sino que además nos ayudará a comprender mucho mejor sus emociones, expectativas e intereses y como consecuencia a fortalecer el vínculo de unión de la relación.
Se trata de encontrar el punto de unión y que por lo tanto las diferencias se conviertan en un valor añadido.
Si uno de los dos ha cambiado de lugar de residencia por amor, es importante que se respete el espacio personal del individuo desde el primer momento.
La idea de que al romper con la distancia ya ninguno de los dos estará triste es falsa y puede generar conflicto en la pareja. Muy frecuentemente, cuando uno abandona su país, independientemente de su situación laboral o personal, puede entrar en un proceso de duelo por lo que ha dejado atrás. Con nuestro apoyo, paciencia y respeto su adaptación tendrá lugar más rápidamente y será más fácil construir un hogar en común.
Evita generalizar y atacar a su país en las discusiones. Caer en tópicos y usarlos como arma es un clásico error en estas relaciones que genera rechazo e intensifica las diferencias entre culturas. Al fin y al cabo, a nadie le gusta que se metan con sus raíces.
Conoce a los suyos, pero evitad que sus prejuicios os afecten. Conocer a su círculo más íntimo y pasar tiempo con ellos fortalecerá los vínculos entre vosotros y sin duda os ayudará a entenderos mejor.
No obstante, hay padres que no aceptan que su hijo tenga una pareja extranjera, y la llegan a percibir incluso como una amenaza, sean cuales sean sus cualidades. Reaccionar con sobreprotección hacia los hijos e intentar sabotear la relación incluso de la forma más sutil son algunas de las actitudes más frecuentes que se dan ante las dudas que genera la nueva relación.
Como no sirve de nada forzar a que alguien cambie su punto de vista, es importante que os mantengáis unidos a pesar de las ideas de las personas que forman parte de vuestro entorno más próximo; será el tiempo el encargado de demostrar que las diferencias étnicas o socioculturales no son un impedimento a la hora de alcanzar la felicidad y el bienestar como pareja.
Recuerda que los fundamentos de la relación sentimental los construís tu pareja y tú, y nadie más.
Compartid recetas culinarias, películas del país de cada uno, un hobby, un viaje, un concierto de un artista que os guste a los dos… Seguro que pronto descubriréis que compartís más de una pasión.
No necesitamos irnos a Hollywood para encontrar ejemplos de parejas interculturales compenetradas a la perfección: el laureado dúo formado por Liv Boeree e Igor Kurganov, dos de los mejores jugadores de póker de Reino Unido y de Rusia respectivamente, son una de las parejas interculturales más mediáticas y amadas en el mundo del naipe, a los que incluso se les ha visto conquistar premios de manera conjunta.
Según Kurganov, es mejor ser pareja (de póker) de alguien a quien conoces muy bien, ya que “no quieres encontrarte con problemas inesperados” durante los torneos y es mejor saber “cuáles son los puntos fuertes y débiles de la otra persona”.
Ambos se consideran “hippies modernos” y comparten su interés por las energías renovables. Prueba cosas nuevas sin prejuicios: estar en una relación de este tipo nos permite experimentar todo tipo de vivencias fuera de nuestra zona de confort y ponernos a prueba.
Observa, escucha, pregunta, espera, conoce y déjate llevar, verás que merece la pena.
La entrada Parejas interculturales: Cómo entenderse el uno al otro aparece primero en Psicocode.
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