Porque nadie tiene más sed de tierra, de sangre y de sexualidad feroz que estas criaturas que habitan los fríos espejos… “ Alejandra Pizarnik”
Estar acompañados ¿sana? ¿Cómo se trabaja con las personas que tienen un diagnóstico de enfermedad mental?.
La actividad que se denominará acompañamiento terapéutico comienza en Argentina a finales de los años 60, con el abono de un conjunto de propuestas conceptuales, clínicas, comunitarias y hasta político sociales que promueven una nueva significación de la locura, y de sus posibilidades de tratamiento.
Se empieza a introducir una gama de esquemas alternativos al hospital psiquiátrico, así como dispositivos terapéuticos por fuera del tiempo y del espacio institucional. Esta propuesta de trabajo no anula, ni solapa al tratamiento farmacológico, ni al trabajo realizado en los hospitales psiquiátricos. Suma y ofrece otras alternativas de tratamiento, de cambio y evolución.
Algunos de los objetivos que se trabajan en el acompañamiento terapéutico son:
- prevenir situaciones de soledad y aislamiento, favoreciendo la participación en la vida familiar y comunitaria.
- Mediatizar entre el ensimismamiento y el mundo. El acompañamiento terapéutico permite el encuentro entre la persona aquejada de una enfermedad y su prójimo, su barrio, su ciudad… Por qué ¿Qué imagen existe de la enfermedad mental? ¿Qué se hace con aquel que padece dicha enfermedad? ¿Quién los incapacita para ser ciudadanos?
Estas personas llegan a pensar que son enfermos de por vida y por consiguiente nada pueden hacer para que esto cambie o mejore.
En mi trabajo realizado como acompañante, he vivido momentos tremendamente especiales. Comparto con vosotros algunos comentarios realizados por las personas con las que he trabajado que hacen latente y evidencian la importancia de que reflexionemos sobre las preguntas anteriores.
-”Yo pensaba que solo era una mujer que tenía una enfermedad mental. Que solo podía ser eso en la vida. Que me daban igual las guerras, la pobreza, la desigualdad etc. Porque yo era una mujer con enfermedad mental. Pero hablando contigo de todas estas cosas me doy cuenta de que lloro. Lloro porque estoy descubriendo que no soy impermeable al dolor ajeno. Que a mí…, a mí también me duele el mundo”.
– “Eres un regalo para mí. Un regalo por muchas razones y motivos. Pero el principal es que puedo darte un beso. Yo no tengo a nadie a quien poder besar. ¿Sabes lo que esto significa para mí?”.
Yo sonrío. Ella se acerca y me besa tiernamente en la mejilla.
-“A ti no te dan miedo las cosas terrenales. Tu vitalidad es muy bonita. En cambio yo, creo que moriré joven.” ¿Qué te lleva a ese pensamiento?”. Que mi cuerpo no tiene movimiento. Y siempre tengo sueño. Eso debe ser, que me estoy muriendo.
-“La medicación me aplasta, me anula. Estoy mejor porque no oigo las voces. Bueno mejor?, es como si no sintiera nada”.
Estos son algunos de los momentos vividos tras mi apuesta por trabajar con la enfermedad mental desde el acompañamiento terapéutico. Trabajar desde lo humano, cercano y cálido. En su día a día, en sus domicilios, en el parque, en el supermercado etc. Rompiendo con el tejido social que los impulsa a su refugio en el aislamiento.
Muchas de estas personas no salen de su domicilio, empujados a un encierro propio. Apenas tienen relaciones con otras personas, creándose un mundo que cada vez es más estrecho.
El acompañamiento terapéutico opera como una vía de entrada ante tantos lugares que el “paciente” percibe como cerrados. Nuestra figura sería algo así como facilitador del vínculo con el medio ambiente. De esta forma mejoraran en su autonomía personal y en el manejo de las habilidades sociales. Compartiendo con otro ser humano, que los escucha para que puedan aliviar el dolor que los inmoviliza.
Ni que decir tiene que la persona que acompaña en este proceso es un profesional cualificado para ello. Al ser todavía una práctica “joven” y poco conocida puede dar lugar a equívocos.
El trabajo en la comunidad y en el domicilio es complejo ya que las intervenciones no tienen lugar en un contexto específico (consulta, centro etc). A menudo no sabemos con qué encuadre nos vamos a encontrar: aparición de familiares, conocidos, puede que no nos abran la puerta… Si estamos en la calle, el tiempo es otro factor a tener en cuenta, (si llueve, si hace frío o calor etc).
Todas estas variables influyen a la hora de realizar nuestra intervención, aportando una mayor complejidad. Hecho que refuerza aún más que la figura de acompañamiento debe realizarla una persona cualificada para ello, psicólogos o psiquiatras.
Es un trabajo delicado, sensible, cercano, de escucha activa, de contención de emociones… Es un trabajo que debe hacerse con amor y con la mirada puesta no solo en la sintomatología, también en esa parte sana y única que le pertenece a cada individuo.
A ellos también les duele el mundo.
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