Antes de entrar en materia me gustaría aclarar un par de cosas que cuando empiezas en este maravilloso mundo de las emociones da lugar a la confusión.
¿Controlar o gestionar las emociones?
Seguramente has leído o te han hablado mucho sobre las emociones y que éstas no se pueden controlar ni evitar. Así es, las emociones son reacciones de nuestro cuerpo ante un estímulo y dependiendo del grado en el cual se activen serán más o menos intensas.
La fuerte intensidad es lo que hace que, a veces, queramos deshacernos de ellas o que actuemos de manera impulsiva. En la intensidad es donde deberemos realizar la gestión para que baje lo suficiente y así nuestra reacción sea más adaptativa o podamos vivir esa emoción de una manera normalizada.
Lo que hacemos con la regulación es enfrentarnos a la emoción y no huir de ella, por eso se insiste en hablar de regulación o gestión en lugar de control o eliminación. Si esto queda claro y si eres consciente que control no significa que puedes dejar de sentir la emoción, así sin más, puedes utilizar la palabra con la que te sientas más identificado en cualquier momento. Yo seguiré hablando de regulación o gestión ya que son con las que me siento más cómoda.
Emoción VS sentimiento
¿Pero no son lo mismo?
Podríamos decir que no. La emoción sería la reacción y el sentimiento la construcción que hacemos de aquella emoción. Ahora te lo explico mejor:
Un sentimiento es cuando somos capaces de ser conscientes de ese estado emocional, cuando actúa el lenguaje, o sea, nuestro pensamiento.
Emoción +pensamiento = sentimiento
Depende de lo que pensemos sentiremos una vivencia u otra; depende de lo que pensemos sobre la situación, acerca de la emoción que ha despertado nos sentiremos de una u otra manera. Así que buenas noticias, podemos influir en cómo sentirnos si disminuimos la intensidad de las emociones más desagradables y manejamos nuestros pensamientos.
No podemos controlar la emoción pero sí el pensamiento
Después de esta pequeña introducción te voy a dar los 4 consejos que debes tener en cuenta para aprender a gestionar tus emociones.
4 consejos para gestionar las emociones
1. Identifica tus emociones
Las preguntas ¿Qué siento?, ¿en qué momento?, ¿delante de quién?, pueden ayudarte a denominar qué es lo que estás sintiendo (estarás poniendo lenguaje, estarás pensando sobre la emoción y el acontecimiento). Date cuenta también en qué parte del cuerpo sientes la emoción.
2. Entiende la función de la emoción
Las emociones tienen una función adaptativa. Existen para que nos sepamos adaptar a nuestro entorno y podamos sobrevivir. Después de identificarla descubre para qué ha venido.
En general, la función de las emociones son las siguientes:
- Son un indicador, una señal para nosotros mismos de que algo está sucediendo.
- Siempre se dice que nos preparan para la acción, aunque ésta pueda darse o no.
- Al ser indicadores también nos avisan si algo está yendo bien o no.
- Sirven también para identificar los estados emocionales de los demás, darnos cuenta de lo que le puede estar sucediendo a las personas que nos rodean.
- Sirven de ayuda para decidir cómo actuar frente a la señal.
- Y para mí, una de las más importantes y mi favorita, sirven para aprender de nosotros mismos y de los demás. Aprender de la naturaleza de nuestros pensamientos y de nuestras conductas.
Te hago un pequeño resumen de las emociones básicas y su función.
Miedo: Su función es protegernos ante un peligro ya sea físico o psicológico. En la actualidad, los miedos vienen por encontrarnos ante situaciones que no tenemos suficientes recursos, por eso se relaciona con la ansiedad. Por este motivo, en muchas ocasiones sentimos miedo a lo desconocido.
Enfado: Su función es también protegernos. Lo sentimos cuando han sobrepasado nuestros límites.
Alegría: Aparece cuando hemos conseguido algún logro o ha pasado algo bueno. Su función es que seamos consciente de ello y repitamos lo que nos produce bienestar.
Tristeza: Aunque es una de las emociones que menos queremos sentir, la tristeza aparece cuando hemos perdido algo o alguien querido y nos acompaña a recogernos e incluso tener momentos sólo para nosotros.
3. Conoce tus respuestas
Reflexiona sobre cómo actúas, qué conclusión sacas de tu comportamiento: ¿positivo o negativo? Aquí tomarás conciencia sobre tu conducta. Te servirá para darte cuenta de si tu respuesta te lleva a buen puerto o no. Cuando hay falta de gestión emocional la conducta resultante suele ser impulsiva o paralizante y ésta hace que todavía nos sintamos peor.
4. Aplica la gestión emocional
Ante un estímulo o un acontecimiento tenemos una capacidad innata, casi inconsciente, que se activa valorando si lo que está pasando es un peligro para nuestra supervivencia o es bueno para nuestro bienestar. Si este estímulo se valora como relevante se activa lo que se llama la respuesta emocional que consta de 3 partes:
- Neurofisiológica: es la respuesta de nuestro cuerpo a nivel de tono muscular, neurotransmisores, hormonales, etc. Son los cambios en nuestro organismo. Éstas son respuestas involuntarias que no podemos controlar pero sí prevenir.
- Comportamental: es la respuesta a nivel de tu lenguaje no verbal, como tus expresiones faciales, tono de voz, volumen…
- Cognitiva: esta sería la parte que he comentado antes del sentimiento. Cuando la emoción se hace consciente y entra nuestra valoración subjetiva. Por este motivo es muy importante tener un amplio lenguaje emocional, para poder etiquetar de la mejor manera posible lo que nos pasa y evitar el “es que no sé qué me pasa, me siento mal”.
Descubiertas estas tres partes podemos ya entrar en la regulación emocional. Ésta puede hacerse interviniendo en cada uno de estos puntos.
- Neurofisiológico: es la regulación emocional a través del cuerpo (técnicas de relajación, respiración, control físico corporal, ejercicio físico).
- Comportamental:regulación emocional a través de la conducta (habilidades sociales, la expresión correcta de las emociones).
- Cognitivo: meditación, toma de conciencia de las emociones, entrenamiento mental para el cambio emocional, etc.
Aplicando diferentes herramientas en estas diferentes partes podremos disminuir la intensidad de la emoción desagradable que sentimos y de esta manera regularla o gestionarla.
¿Cómo funcionan las emociones y dónde aplicamos la regulación emocional?
Existe una situación que desencadena una tensión emocional y genera malestar. Como queremos tapar ese malestar y que desaparezca, normalmente nuestra conducta es impulsiva.
Si aprendemos a identificar la situación y la emoción resultante, podremos hacer una pausa antes de la conducta impulsiva, para reflexionar y tomar consciencia de lo que estamos sintiendo, es aquí donde aplicaremos la regulación emocional.
Cuando hayas aplicado la técnica de regulación emocional observa cuál ha sido tu nueva conducta, valora su resultado y reflexiona sobre el nuevo sentimiento que genera.
Ahora ya habrás creado una conducta nueva adaptada y con ello también crearás una emoción más adaptada.
Las emociones nos predisponen a la acción, existen porque tienen una función adaptativa, tienen que estar. Aunque la acción puede darse o no, lo que deberemos evitar es la conducta impulsiva, de aquí el poder de la regulación emocional. Gracias a esta regulación podremos dar una respuesta apropiada y sentirnos mucho mejor.
Resumen:
1- Identifica cómo te sientes, delante de qué o de quién, dónde la siento en el cuerpo.
2- Etiqueta la emoción y entiende para qué ha venido, cuál es su función.
3 – Reflexiona sobre tu respuesta, valora si es adaptada o no.
4- Valora cómo te hace sentir
5- Aplica la regulación emocional
6- Reflexiona sobre el nuevo sentimiento, sobre el nuevo resultado.
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