“Aprender a dudar es aprender a pensar” (Octavio Paz)
El término Metacognición hace referencia a una capacidad innata en los humanos. Podríamos resumirlo de forma sencilla en aquella capacidad que las personas tenemos de pensar sobre nuestros propios pensamientos, es decir, las creencias y las reacciones ante nuestros pensamientos.
“Las personas con problemas emocionales se encuentran atrapados en cadenas de pensamiento que ayudan a mantener pensamientos y emociones que causan malestar”
Adrian Wells, psicólogo clínico autor de la terapia basada en la metacognición, nos comenta que las personas que sufren problemas emocionales quedan atrapadas en ellos debido a que sus metacogniciones, o creencias sobre sus pensamientos, provocan un patrón concreto con el que la persona responde a sus pensamientos y sentimientos manteniendo emociones e ideas negativas (Gkika y Wells, 2015).
El esquema del comportamiento humano comienza con las emociones y sentimientos que nos provocan las situaciones vividas; estas emociones y sentimientos activan una serie de pensamientos y, en función de qué tipo de pensamientos se hayan activado, actuaremos o reaccionaremos de una determinada forma u otra.
En base a esto podemos deducir que nuestro pensamiento se encuentra enormemente influenciado por nuestras emociones; a pesar de no poder elegir las emociones que nos produce un determinado evento o situación, sí podemos aprender a gestionarlas, analizar los pensamientos que nos suscitan, y lo que sucede posteriormente, nuestra conducta final.
“Lo realmente importante no es qué pensamos, sino qué hacemos con lo que pensamos, nuestra reacción”
Para desarrollar una buena capacidad metacognitiva, las personas debemos tomar distancia de nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, ser flexibles en las estrategias que utilizamos para hacer frente a nuestros pensamientos y mejorar la toma de decisiones, permitiendo elaborar algo diferente y así salir fortalecido de las situaciones complejas que se pueden dar en nuestra vida.
La teoría de la mente
Cuando hablamos de metacognición no podemos obviar su relación con la teoría de la mente, esa capacidad que los humanos generamos a partir de los 2-3 años de edad y que nos permite comprender y predecir los comportamientos de otras personas, así como sus conocimientos, sus intenciones, sus creencias, o sus emociones. Esto nos permite hipotetizar sobre cómo se van a comportar los otros, pensar sobre lo que otros piensan.
Esta habilidad nos permite anticipar posibles reacciones o comportamientos de las personas con las que nos relacionamos, incluso nos permite poder predecir el comportamiento de un extraño ante una situación determinada y en función de ello decidir cual será nuestra respuesta.
¿Por qué es importante la metacognición en el deporte?
Existen aspectos relevantes en la práctica deportiva muy relacionados con la metacognición.
Como ya hemos comentado anteriormente, la metacognición nos puede ayudar a gestionar de una forma más inteligente nuestras emociones, o nos puede ayudar a predecir cómo se van a comportar otras personas.
Vayamos por partes:
Aprender a pensar sobre nuestros propios pensamientos nos permite, entre otras cosas, ser más inteligentes a nivel emocional. Conocer qué pensamientos se producen ante una emoción o sentimiento determinados nos permiten hacer un mejor análisis de la situación.
Por ejemplo, un deportista capaz de poder analizar sus pensamientos y los síntomas corporales que le produce un estado emocional de estrés o ansiedad será mucho más capaz de trabajar sobre ellos para modificarlos o reducir esos síntomas a través de modificar el pensamiento negativo por uno más adecuado.
Esto permitirá reducir el estrés o ansiedad que genera la situación y poder enfrentar de una manera más adecuada la competición deportiva o la situación de partido.
Por otro lado, pensar sobre los pensamientos de los otros, sobre sus esquemas mentales, nos permite poder predecir su conducta, como ya hemos comentado, gracias a la teoría de la mente.
A nivel deportivo desarrollar esta habilidad puede ser fundamental según qué disciplinas deportivas, conocer al rival, “saber como piensa o actúa ante una determinada situación”, permite al deportista predecir cual será su siguiente movimiento, y en función del mismo adaptar su comportamiento y tener una respuesta más eficaz.
Por ejemplo, tenemos en la pista a un jugador de baloncesto con un alto porcentaje de acierto en tiro exterior, el jugador que le defiende lo conoce, ha estudiado sus movimientos y comportamientos, su conducta en general. Esto, unido a su capacidad para pensar sobre lo que el jugador piensa, conocer sus creencias, sus intenciones o sus emociones, ayudará al defensor a predecir las decisiones del tirador.
Esto aumentará rendimiento en defensa ya que podrá tomar mejores decisiones sobre sus movimientos y evitar que tire, o hacer que no esté cómodo y no tome buenas decisiones en ataque.
En definitiva: ¿Qué beneficios se obtienen?
La manera en que experimentamos nuestros pensamientos y sentimientos nos lleva a actuar de una forma u otra, aprendiendo a pensar sobre ello de forma adecuada seremos capaces de actuar como auto-observadores externos, y así podremos dirigir nuestra atención hacia información más positiva de los eventos que suceden en nuestra vida; conseguiremos un mayor bagaje de estrategias que nos ayudarán a valorar y responder a las situaciones del día a día con más eficacia.
“Ser capaz de valorar diferentes opciones, y ser flexible a la hora de reaccionar, permite tener más oportunidades de salir con éxito de la situación”
Como ya hemos comentado a nivel deportivo entrenar esta capacidad tiene numerosos beneficios, no sólo ayuda a mejorar aspectos personales/individuales y gestionar de una forma más inteligente las emociones y cómo éstas afectan al rendimiento del deportista.
También puede ayudarnos a mejorar aspectos como la concentración/atención en una tarea, o aumentar la motivación hacia un evento deportivo.
A nivel relacional, además, nos ayuda a aumentar la empatía y anticipar comportamientos de rivales y compañeros.
La escalera de la metacognición
Existen una serie de preguntas o pasos que pueden facilitarnos trabajar nuestra metacognición y practicar diferentes estrategias que realizamos o aprendemos. En primer lugar, debemos identificar los pensamientos, sentimientos y actuaciones propios, para después preguntarnos:
- – ¿Qué he hecho?
- – ¿Cómo lo he hecho?
- – ¿Qué dificultades he tenido?
- – ¿Para qué me ha servido?
- – ¿En qué otras ocasiones puedo utilizar lo que he aprendido/ hecho?(Papageorgiou, 2015; Gkika y Wells, 2015)“Conseguiremos mejorar nuestra metacognición generando estrategias alternativas y atendiendo a información más positiva”
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Para saber más:
– Papageorgiou, C. (2015). Metacognitive Theory, Therapy and Techniques: Introduction to the Special Issue. Springer Science Business Media. 39, 1-3. DOI: 10.1007/s10608- 014-9649-1.
– Terapia Metacognitiva (23 de octubre 2015, extracto de Reyes, M. A. 2012). Recuperado de: http://ift.tt/2BZpSHN
– Gkika, S. y Wells, A. (2015). How to deal with negative thoughts? A preliminary comparison of detached Mindfulness and thought evaluation in socially anxious individuals. Cognitive Therapy and Research. DOI: 10.1007/s10608-014-9637-5.
– Tirapu-Ustarroz, J., Pérez-Sayés, G., Erekatxto-Bilbao, M., y Pelegrín-Valero, C. (2007). ¿Qué es la teoría de la mente? Revista Neurología. 44; 479-89. DOI:
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