viernes, 30 de noviembre de 2018

La Resistencia en Psicología: Cuando el paciente no quiere cambiar

la resistencia en psicología

Un proceso terapéutico está orientado a que las personas que acuden a terapia tengan por objetivo enfrentar la situación que les preocupa para llevarlos a la búsqueda de soluciones.

No obstante, es normal que al pretender enfrentar la situación, asuman una posición de resistencia que los estanca en una posición de insatisfacción muy compleja, porque el tema de asumir cambios puede abrumador por muchas razones:

  • Incertidumbre respecto a los cambios.
  • Las estructuras de pensamiento negativo.
  • Dificultades para romper con procesos que los estancan en zonas de confort.
  • La contradicción propia, que se deriva de albergar la esperanza que ocurra un cambio mágico, que les evite pasar por el cambio.

El cambio asusta pues implica rediseñarse a nivel personal y rediseñar espacios sociales o familiares a los cuáles han estado acostumbrados, aun cuando hay una clara percepción de insatisfacción.

Frente a este marco de resistencia hay que ser empáticos, pero no complacientes, pues la terapia psicológica por definición está orientada a crear la mayor y mejor funcionalidad que le sea posible a la persona.

El reto, que tenemos por delante es procurar un proceso que le permita a la persona estar dispuesta a ser dirigida, para que desarrolle una curva progresiva que derribe sus estructuras afectivas, cognitivas y conductuales, que la mantienen atrapada en una complicación que no ha sido capaz de resolver por sí sola.

Por tanto, el proceso terapéutico requiere de un abordaje inicial que posibilite a la persona visualizarse capaz de ser gestora de este cambio tan deseado y buscado, pero que la asusta y la paraliza.

Ahora, tratemos de entender:

  • ¿Por qué una persona se resiste?
  • ¿Por qué se crea a veces una sensación de estancamiento?
  • ¿Por qué la idea del cambio como satisfacción a veces no le motiva?
  • ¿Que podría estar operando detrás de todos estos procesos?

Dar respuesta a estas inquietudes es un reto para los profesionales en psicología, pero estamos en la obligación de llevar al paciente a comprender cómo se aferra a estructuras de pensamiento, emoción y conducta que le boicotean sus posibilidades de crecimiento.

Llevar a la persona a comprender su resistencia al cambio posibilita que asuma nuevos parámetros mentales para salir del estancamiento en que se encuentra.

Entender el porqué de la situación

Hay personas que llegan a consulta, describen su situación e inmediatamente plantean estas preguntas:

  • ¿Por qué me está pasando esto?
  • ¿Por qué a mí y no a otras personas?
  • ¿Cómo hago para salir de esto?

Pueden parecer preguntas retóricas, pues la persona realmente no esta tan centrada en entender el origen, sino en resolver la situación. La persona debe prestar especial atención a ejes como:

  • Percepción de sí mismo.
  • Conciencia de sus capacidades.
  • Conceptualización de los temas que hacen que la situación se transforme en una crisis.
  • Parámetros distorsionados de pensamiento.
  • Historia personal.
  • Impacto de sus estructuras de socialización en la integración afectiva, cognitiva y conductual.

Esto tan solo por mencionar algunos ejes, claro que podemos abordar el tema que el paciente quiere cambiar, pero ¿por qué no lo ha logrado? Mucho tiene que ver con la estructura emocional y mental que ha desarrollado en etapas previas a esta crisis.

En mi modelo personal de abordaje, procuro tratar de hacer un encuadre en el que el paciente se permita una comprensión del porqué se está dando la situación.

A partir de aquí puede comprender que aquello que viene de afuera, por doloroso que sea, tiene la posibilidad de convertirse en una crisis o en un trampolín de crecimiento personal.

Este otro artículo podría ampliar los conceptos tratados acá: https://rafaelramoscr.com/desarrollo-personal/herramientas-fortalecer-imagen-personal/.

Aunque suene sencillo todos los pacientes tienen una clara construcción de su porqué. Por esta razón me gusta desarrollar con ellos una metodología llamada “Análisis Situacional” compuesta por unas seir de preguntas:

  • ¿Cómo se origina la crisis?
  • ¿Qué impacto tiene?
  • ¿Por qué se da una crisis a partir de esta situación?
  • ¿Cómo lo ha enfrentado?
  • ¿Qué estrategias de solución se han utilizado?
  • ¿Cómo está el balance de pros y contras de dicha situación?
  • ¿Cuál es el peor escenario a partir de ese evento?

Estas preguntas tratan de sacar al paciente del tema emocional doloroso y llevarlo a un análisis operativo de aquello que le duele: ¿Tiene que ser una crisis? ¿Vale la pena desorganizarse a nivel general por un área que no está funcionado?

Cuando a partir del análisis situacional, se mide el impacto real, de pronto el paciente tiene una mayor probabilidad de romper la circularidad dramática y crear una percepción más objetiva que le ayuda a comprender, asumir y resolver.

Cuando la guía terapéutica lleva al paciente a que se dé la oportunidad de pensar con calma a fondo, es posible que se dé cuenta que lo que está pasando es el resultado de lo que ha hecho o de lo que ha dejado de hacer.

¿Cuál es el reto para poder comprender, asumir y resolver una situación?

  • Primero romper con el análisis emocional dramático, esto es dar contención, pero no puede ser el eje central de la terapia.
  • Ubicar al paciente como el protagonista del proceso, nada de culpar a los demás.
  • Llevarlo a que desarrolle un sentido de responsabilidad con el manejo de la crisis o la situación que le aqueja.
  • Medir el alcance de las consecuencias negativas de lo que está pasando, operacionalizarlo para definir estrategias de enfrentamiento
  • Desarrollar un plan y ajustarte a la restructuración.
  • Crear un parámetro cognitivo y afectivo, que le haga confiar en su capacidad de aprendizaje, como la base para modificar todos los hábitos y conductas que le pusieron en esa situación.

Modificación inmediata

Siempre les digo a mis pacientes que no tenemos que entender las razones por las que los cítricos nos causan acidez, si tenemos identificado que esto nos causa un efecto negativo en nuestro sistema digestivo, y nos hemos dado cuenta que otras frutas, tiene una mejor respuesta. Por esta razón hay que modificar los hábitos de consumo, descartar lo que nos hace daño, e identificar lo que nos hace bien.

Cuando logramos que nuestros pacientes comprendan:

  • ¿Cómo impacta en la situación su forma de manejar las cosas?
  • ¿Cómo limita su accionar su resistencia al cambio?
  • ¿Cómo afecta sus condiciones de vida?
  • ¿Cómo afecta su conducta?
  • ¿Cómo limita sus procesos de desarrollo?

Si logramos que el paciente se responda a sí mismo estas preguntas, se logra un efecto en el que pasa de una posición confusa a una estructura de comprensión, que lo puede ubicar en un mejor manejo, pues al asumir cambios, empieza a resolver la situación sin divagar en preguntas sin sentido.

En la medida que maneja mejor sus temas problemáticos, deja de tener resistencia, pues experimenta un efecto positivo ante la situación.

La comprensión que se deriva de la modificación de la conducta, nos lleva a la identificación de los efectos positivos del cambio, por tanto, deja de pesar el por qué y se asume una actitud de convicción por el efecto propio del empoderamiento progresivo de enfrentar las cosas asumiendo nuevas conductas, que son las que favorecen para desarrollar a nivel cognitivo y afectivo, una mejor conceptualización de sus capacidades, por tanto hay un mejor ajuste del paciente y esta percepción de ajuste posibilita un margen de recuperación más amplio.

Un reto importante, la sostenibilidad

La terapia podríamos visualizarla como un proceso de capacitación y formación de la persona, para que reconozca una serie de recursos, conceptos, que posee en sí mismo para enfrentar la vida.

Con frecuencia las personas requieren hacer una clarificación respecto a qué modificaciones hacer, cómo enfrentar las cosas, qué hacer en caso de una situación complicada.

Lo cual le da una sensación al paciente de equilibrio, que permite desarrollar un factor motivacional positivo, que le permita enfrentar su mundo, el cuál tiene un conjunto de variables, muchas fuera de nuestro control, que van a crear frustración, agobio, enojo, entre una enorme gama de emociones, que pueden hacerle creer al paciente que no puede y quiera tirar la toalla.

La importancia de trabajar muy de cerca con el paciente, esta movida por el interés de capacitarlo para que integre nuevas estructuras de pensamiento, que le permitan crear criterios de análisis más racionales, asociados a la realidad y no al factor emocional, pues éste, al final es el que perpetúa el estado de estancamiento o de poco crecimiento.

Te invito a revisar este artículo: https://rafaelramoscr.com/desarrollo-personal/evadir-vs-asumir-compromiso-personal/.

Un elemento importante es la progresividad de la terapia

Hay que tener cuidado con el hecho de que nosotros como terapeutas, podemos visualizar de forma muy simple el origen de la situación, cómo se manifiesta o se ha desarrollado y cómo impacta a la persona.

Por supuesto que desde afuera, podemos tener muy clara la guía de orientación y el ABC que el paciente debería asumir como solución, no obstante este proceso requiere delicadeza.

Porque el paciente está inserto en el mundo de su problemática, desde ahí puede que le resulte muy complejo asumir pequeños pasos y grandes transformaciones. La importancia de la progresividad busca evitar que el paciente circule, pero tampoco puede ser violentado a asumir un lenguaje psicológico, una estructura de pensamiento o estrategias de afrontamiento que nunca le han sido propias.

La progresividad de una terapia, debe de llevar primero a que el paciente comprenda de lo que es capaz, de lo que puede asumir y de lo que puede modificar.

Para luego enfrentar sus decisiones, cuando se presiona demasiado, la terapia se ve como un ente intrusivo, que genera tensión y complicación, esto posiblemente lleve al paciente a abandonar la terapia.

¡Cuidado! La personalización del terapeuta

Para evitar estancamientos y resistencias al cambio, es importante que el terapeuta tenga la capacidad de conocer su mundo personal de creencias, su sentido de vida, para hacerlo a un lado y centrar sus intervenciones en el modelo psicológico que siga, independientemente de la corriente desde la cual trabaje, para poder objetivizar y operacionalizar los cambios en función de la técnica, dejando de lado la subjetividad.

La impresión personal que le causa la situación del paciente, tiene que quedar a un lado, porque recordemos que nuestro trabajo es instrumentalizar al paciente para que asuma nuevas herramientas, conceptos y potencialice sus capacidades, en un lenguaje propio y no como un proceso de imposición que crea un personaje ficticio.

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