lunes, 22 de febrero de 2016

Menores infractores e inteligencia emocional

Menores infractores

La adolescencia es una realidad psicológica altamente sometida a los avatares de la cultura, y por ello una realidad cambiante que necesita ser referida a un tiempo actual y a un espacio presente dentro de este mundo de cambios acelerados. Dichos cambios han provocado multitud de factores ambientales adversos de difícil asimilación.

En este encuadre no resultaría difícil toparnos con adolescentes que no puedan contenerse dentro de este mundo de ansiedad y necesiten actuarla, convirtiéndose para los ojos de la sociedad en delincuentes. La misma sociedad que crea un caldo de cultivo idóneo para la aparición de conductas antisociales en un porcentaje alto de sujetos, los cuales se ven incapaces de elaborar su propia historia.

Su característica principal es que acuden al servicio, tras la decisión de un entremado judicial. Los motivos aunque difieren, inciden en dificultades, falta de intereses, pasividad con respecto al tratamiento y angustia.

En el análisis clínico de estos sujetos destacan problemas de conducta, hitos evolutivos desoladores caracterizados por su impulsividad o agresividad. Estos se presentan más desesperanzados que hostiles y con frecuencia asumen un cierto discurso social acerca de la adolescencia.

Pero con el paso del tiempo, en un contexto controlador y validante como son los centros de justicia juvenil, el adolescente peleón nos deja paso a un adolescente resentido, en una lucha larvada contra un enemigo del que no se puede desprender.
A la mayoría de estos chicos les cuesta hablar de sí mismos, y de lo que les pasa, con frecuencia invalidan sus emociones y les cuesta discernir entre lo que sienten y como lo expresan.

Usan términos vagos que aplican indiferenciadamente a sus estados de ánimo como agobiarse, rallarse… y actúan con indiferencia a lo que ocurre a su alrededor “pasan del tema” lo único que parece importarle es su capacidad para y por estar encima de las cosas que conforman su realidad.

En los extremos, nos encontramos a quienes no consultan casi nunca, a los que se mantienen a la expectativa de cuanto ocurre, intentando hacer ruido. Aquellos que buscan en su identidad los actos violentos y la transgresión de derechos. No encontraron límites en su infancia, ni en su familia, ni en la escuela, son el eslabón perdido de una cadena que acaba encontrada por la policía o la justicia.

Así, la intervención con estos adolescentes es la clínica de la actuación en multitud de variables intermedias, en el cada uno de ellos es un sujeto único e irrepetible. Lo importante no es el acto de descarga en el que daña o es dañado a sí mismo, si no un patrón común de escasa motivación al cambio, hecho que conforma la incapacidad para decir mucho de sus actos o de sí mismos.

Los actos por los que son tenidos en cuenta desde afuera, no son egodistónicos para ellos. Lo importante no es el acto en sí que conforma el delito sino el cómo y el porqué, lo reprimido que ha retomado en el síntoma.

Esta es la historia de Juan, Olga, Susana… y la de cientos de adolescentes que habitan hoy en nuestra sociedad. No es nada más que la realidad que disfraza un perfil psicológico creado a partir de etiquetas que sus iguales o progenitores, se han encargado de proyectar.

Menores infractores: Ausencia de valores y autoestima

Todo esto, unido a su creencia de ser un don nadie en un mundo tan inmenso, termina por construir el perfil psicológico de adolescentes, que se caracterizan por la ausencia de valores sólidos de autoestima, y escasa esperanza de futuro, lo que pueden ser factores integrantes de no pocas acciones violentas. Motivando conductas que lesionan grave o muy gravemente a personas o bienes de la sociedad, siendo estos los delitos predominantes en nuestros jóvenes insertos en un sistema de justicia juvenil.

Partimos pues, de la premisa, que una pobre inteligencia emocional en los adolescentes, les lleva a un desconocimiento de sus emociones, y una incapacidad de control. Este hecho, puede convertirlos en victimas, llevándoles a emociones negativas, como la ira sin control. Por lo que finalmente esta ausencia de bagaje emocional les puede incluir en conductas sin valorar sus consecuencias.

Menores infractores: Importancia de la educación

No es aventurado pensar que la educación, es clave en estos aspectos, pues gracias a ella se crece y se erradican problemas de ignorancia deshumanizadora.

Se ha de educar la voluntad, haciendo atractiva la responsabilidad, el deber, las exigencias concretas, fomentando la motivación, los objetivos claros, estables; aprendiendo a decir no, a ser austero, no dejándose llevar por el estímulo inmediato; educar en la tenacidad, la disciplina, la alegría, la búsqueda de hábitos positivos, el disfrute de lo que se posee; erradicar la filosofía del “ése no es mi problema”, abandonar el autismo moral. (Urra, 2004)

Para Goleman, existe una clara evidencia de que, las personas emocionalmente desarrolladas, es decir las que gobiernan adecuadamente sus sentimientos, y al mismo tiempo saben interpretar y relacionarse efectivamente con los sentimientos de los demás, son más eficaces, capaces y productivas. (1989:3)

A través de su experiencia el sujeto va construyendo la representación mental de las distintas emociones que va sintiendo y descubriendo las posibles relaciones entre ellas. Son los procesos cognitivos y sociales los que la moldean y la determinan, adaptándola a cada situación de acuerdo a las necesidades del sujeto.

Saber controlar la vida emocional y dirigirla hacia un objetivo, es esencial para mantener la atención, la motivación y desarrollar creatividad. El entrenamiento y reconocimiento de su mundo interno no compartido, se va adquiriendo paulatinamente con el trascurso del tiempo, a través del lenguaje y la constante exposición a situaciones que le suscitan reacciones emocionales. Adaptándolos a su bagaje personal.

Estas particularidades, deberían tener sus correlatos en los programas de intervención, ya que la mejora de las capacidades emocionales discurre al mismo tiempo y de la misma forma que la consolidación del carácter, el desarrollo moral y el civismo.
Y después de esto… ¿Aún sigues pensando que no se puede hacer nada para intervenir de forma eficaz?

Photo Credit: Alan Dejecacion

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