En consulta llegan muchos tipos de pacientes, pacientes deprimidos, con ansiedad, desmotivados, introvertidos, pero hay uno de ellos que tienen una cierta particularidad, el paciente que lleva años visitando diferentes psicólogos, porque ninguno le convence.
El paciente barracuda
Kottler (1992) realizó un interesante estudio entorno a los diferentes nombres que los psicoterapeutas damos a nuestros pacientes, entre los cuales se encuentra el paciente “barracuda” es decir, el paciente difícil, resistente a la terapia, inconformista y que devora literalmente al psicoterapeuta. Van saltando de psicólogo en psicólogo, independientemente de los modelos teóricos que sigan, psicoanalistas, cognitivos-conductuales, sistémicos… No consiguen establecer vínculos terapéuticos y son altamente exigentes.
Pueden quejarse de las tareas que el psicoterapeuta prescribe, pero también pueden quejarse de que hablan demasiado en terapia y necesitan psicólogos más directivos.
En el caso de encontrarse con psicólogos más directivos, también encuentran un “pero”, pues consideran que nadie puede manejar sus vidas más que ellos mismos. Intentan controlar la terapia o mejor dicho, manipularla según sus intereses. Son los pacientes que peores críticas hacen de sus psicólogos.
A nivel profesional, el psicólogo puede llegar a quedar exhausto, perdiendo el interés y desmotivándose del caso. Sea la demanda que sea y tengan la experiencia que tengan, se sienten agotados y al final, acaban derivando al paciente aunque generalmente es el paciente barracuda el que deja la terapia a medio empezar.
¿Qué hacer con el paciente barracuda?
Primero de todo, como psicólogos debemos de tener algo que en nuestra formación quedó expresamente claro: empatía. Debemos de ponernos en su lugar y comprender el malestar que tiene en la actualidad e incluso aunque suene paradójico, debemos de entender ese malestar entorno a los saltos que hacen reiteradamente de psicólogos.
Debemos escuchar, es decir, lo que conocemos como escucha activa. Esto nos ayudará a perfilar mejor el tipo de personalidad que tiene nuestro paciente barracuda.
Así mismo, debemos de ser claros y concisos. Explicar nuestro modo de trabajo para que de éste modo, nuestro paciente sea consciente de cómo trabajamos y sea capaz de decidir si somos o no su psicoterapeuta. Además, es necesario informarle de la importancia del vínculo terapéutico, pues a partir de esa explicación, el paciente barracuda depositará su confianza en nuestros conocimientos y práctica profesional.
Debemos de ser flexibles pero dirigiendo la terapia. No podemos caer en sus exigencias. Suelen manipular la terapia, modificar hora, exigir horas de sesiones y necesitan que nos centralicemos en ellos. Por ese motivo, es necesario tenemos que controlar la terapia.
Finalmente, debemos de tener mucha paciencia, pues la necesitaremos.
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