La idea que da origen al artículo de esta semana había estado revoloteando en mi cabeza durante los últimos días pero siempre esquiva, siempre evitando aterrizar en algo sólido. Finalmente hace unos momentos cobró forma por medio de una frase: la nostalgia por el pasado.
Muchos de ustedes saben que soy un psicoterapeuta y autor enfocado primordialmente en la cuestión del amor romántico y –más específicamente-, en los procesos de superación de la ruptura amorosa. Mi experiencia profesional se centra en este campo y dentro de él son muy constantes los encuentros que tengo con los sentimientos nostálgicos.
Cuando una persona acude a sesiones de terapia para intentar superar su pérdida afectiva, lo hace esperanzada en una sola cosa: que la ayuden a dejar de sentir ese dolor que la abruma. Y esta se vuelve (al menos al principio), la tarea principal del terapeuta.
Sin embargo muchas veces aparece una paradoja con lo anterior. Si bien la persona va a terapia por una razón en particular (su pérdida amorosa), de repente ocurre que se percata de que no está ahí por ese motivo.
Con el paso de las sesiones la persona puede descubrir que el dolor que siente no es tanto por la pérdida de su pareja como por la posibilidad de perder sus recuerdos. Llora, gime, padece y siente dolor por sus recuerdos. La sensación horrible que siente ahora proviene de su nostalgia.
La nostalgia por los recuerdos
La nostalgia es hermosa y devastadora al mismo tiempo, ahí reside su brutalidad.
El término nostalgia está formado por las palabras griegas nostos (retorno a casa) y algos (dolor). Por tanto su significado es “dolor por la vuelta a casa”. Su simbología se convierte en literalidad cuando invade el corazón y la mente de la persona: realmente se llora por el alegórico regreso a casa. Y esa vuelta figurada tiene que –forzosamente-, incluir el cúmulo de remembranzas bellas y agradables que se formaron en esos momentos.
Esto lo saben perfectamente los vendedores y las grandes compañías de publicidad que explotan el hecho nostálgico que despierta el usar un eslogan como “Con el aroma clásico de la abuela” o “Tan rico que parece hecho en casa”. Detonan nuestra nostalgia. Nos revientan emocionalmente porque inconscientemente sentimos dolor al recordar y como no queremos que eso ocurra compramos el producto.
Cuando termina una relación amorosa ocurre un proceso similar
Una de las preguntas que suelo hacer a mis pacientes al principio es: ¿qué es lo que extrañas de esa persona por la que sufres? Y casi siempre me dan la misma clase de respuestas: los momentos juntos, el principio de la relación, la familia que éramos, etc. Es decir, extrañan los recuerdos que se forjaron junto a esa persona. Muy rara vez me he encontrado con alguien que me diga: “¿Qué clase de pregunta es esa? ¡Lo extraño a él/ella! A su sonrisa mágica, su aroma único, su mirada especial. Extraño a esa persona”.
Y lo anterior ocurre porque cuando se termina el vínculo con esa persona se termina la generación de recuerdos. Esta historia no poseerá más capítulos que vayan conformando nexos nuevos que nos mantengan en un estado placentero e incluso feliz. Como esto aterra, la persona –que se niega a aceptar lo que ocurre-, se apega a la idea de lo que tuvo antes como una especie de salvavidas emocional, algo que la rescate del dolor por enfrentar el ahora de su situación. Se aferra a los recuerdos.
Esto es absolutamente normal y necesario, no creas que estoy diciendo que el efecto nostálgico no es algo positivo (durante muchos años se creyó lo contrario, que era una emoción negativa); y lo es porque gracias a él podemos sobrevivir emocionalmente, mantener el equilibrio interno, recordar y aprender. Por eso la nostalgia es un elemento exclusivamente humano.
Por ejemplo hay un psicólogo social inglés, Timothy Wildschut, que se ha enfocado en la sensación de nostalgia como un medio para controlar el deseo desmedido y el sufrimiento por la falta de dinero, dice que la nostalgia sirve en muchas ocasiones para aliviar el estrés, mejorar la autoestima y desarrollar un amor propio sano. Es decir, la nostalgia nos ayuda a crear felicidad y optimismo y esto lo logra gracias a que puede llegar a crear falsos recuerdos placenteros.
Es como si a través de ella pudiéramos editar –por decirlo de alguna forma-, nuestros recuerdos para que estos sean más bellos de lo que en realidad fueron en su momento. Esto ayuda mucho a emocionarnos y encontrar sentido en la vida.
Pero, ¿qué pasa cuando la nostalgia por lo perdido, en efecto, se vuelve algo que nos puede mantener en sufrimiento permanente? ¿Qué es lo que ocurre cuando esta sensación nos acerca peligrosamente a la depresión?
La filosofía y la nostalgia
Si bien la nostalgia es un término usado comúnmente en la psicología, es necesario saber que su origen está en la medicina (al igual que el de la psicología). Como tal, fue acuñado por Johannes Hofer en 1668 en la Universidad de Basilea para intentar resumir los extraños síntomas que presentaban los soldados que peleaban lejos de casa y que les ocasionaba un sufrimiento permanente (lo que actualmente se conoce como Trastorno de Estrés Postraumático).
En este tenor, la concepción de nostalgia era clara: un padecimiento con síntomas específicos.
Pero como –y pese a todos los maravillosos intentos-, no se alcanzaba aún a explicar por qué la nostalgia nos golpea tanto tras una ruptura amorosa en nuestra propia identidad, hubo que pasar mucho tiempo para que hubiera una propuesta que intentara explicar ello.
En 2005, el profesor de la Universidad Murdoch en Australia, Glenn Albrecht, propuso un nuevo término denominado solastalgia, que en términos generales es aquella sensación que aparece por algo que hay u ocurre en el presente de las personas y que expresa –pero de manera retorcida y por tanto dolorosa- sus recuerdos.
Por ejemplo, si una persona recuerda nostálgicamente las cosas bellas de su relación terminada puede sentirse mal al no tenerlas ya pero usar ese recuerdo como una manera de honrar su propia vida y su pasado para seguir adelante dignamente. Sin embargo, en el caso de la solastalgia el mecanismo sería algo así como lo que la persona tiene en este momento en su vida no solamente no es apreciado, sino que es visto como una mala copia de lo que tuvo antes.
Esto ocurre con frecuencia en el caso de las personas que empiezan relaciones inmediatas después de sus rupturas. De repente se encuentran comparando su actual relación con la anterior y como la de ahora es una copia retorcida, lo más probable es que esa conciencia los mande directamente al abismo de la nostalgia perversa o solastalgia como dice Albercht.
Hace no mucho tiempo un paciente que sufría indeciblemente por su ex pareja me dio una muestra de esta solastalgia cuando en una de las sesiones le pregunté si no se encontraba cómodo en el sofá del consultorio, ya que lo notaba inquieto. Entonces él respondió: “No, no es eso. El sofá es muy cómodo solamente que me recuerda el viejo sillón en el que ella y yo nos sentábamos a ver televisión”. Una visión retorcida del ahora es igual al sufrimiento por el anhelado retorno a casa: el pasado.
Es casi de conocimiento popular que gran parte de las depresiones –no todas, desde luego-, se refieren a un desenfoque en el presente y a una desmesurada atención en el pasado. Esto es particularmente cierto en las cuestiones de duelo amoroso. Tal vez cuando empieces a aceptar que este simbólico regreso a casa es un viaje de ida y vuelta y no un destino permanente, es que puedas convertir la nostalgia en un motor para el presente y el futuro. Hasta la próxima.
La entrada ¿Por qué nos duele tanto una ruptura amorosa? aparece primero en Psicocode.
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