La asertividad es una habilidad que implica saber defender nuestros derechos de forma clara delante de otras personas, teniendo en cuenta al mismo tiempo los efectos que esto provoca en ellos y procurando no herirles.
Los problemas relacionados con esta habilidad son una causa frecuente de consulta en las clínicas de psicología, tanto por las personas que manifiestan conductas pasivas y tienden a no defender sus derechos, como por aquellas que lo hacen pero se expresan de forma agresiva.
La conducta asertiva está representada por un conjunto amplio de comportamientos que se aplican a gran variedad de situaciones sociales. Algunas de ellas tienen que ver con la capacidad para decir “no” a peticiones que nos hacen los demás y consideramos inapropiadas o simplemente que no queremos o no podemos hacer.
Otras implican ser capaces de expresar a los demás algo que nos molesta de su comportamiento y pedirles que lo modifiquen. Las personas asertivas también saben expresar sus emociones de forma adecuada, tanto las positivas como las negativas. Además son empáticas y tienen en cuenta cómo se sienten los demás.
Conducta pasiva y conducta agresiva
Podemos entender este concepto de asertividad como un continuo de comportamiento, encontrando en un extremo la conducta pasiva y en el otro la agresiva.
La conducta asertiva estaría situada en el punto medio de ese continuo, siendo al mismo tiempo la más adaptativa desde el punto de vista de las relaciones interpersonales. Cualquiera de estos tres estilos de comunicación lleva asociados comportamientos observables, verbalizaciones y aspectos de la comunicación no verbal como gestos, movimientos y posturas corporales.
Las personas que se comunican de forma pasiva por lo general tienden a manifestarse inhibidos, evitando el enfrentamiento con los demás por miedo a no ser aceptados, no expresando sus opiniones ni defendiendo sus derechos.
Por otro lado, el estilo de comunicación agresivo implica defender nuestros derechos, pero haciéndolo de forma inapropiada al no tener en cuenta cómo pueden sentirse los demás. De esta forma, las personas que se comunican de forma agresiva tienden a imponer sus opiniones y sus derechos sobre los de los demás.
Finalmente las personas asertivas son aquellas que, como ya hemos dicho, defienden sus derechos teniendo en cuenta al mismo tiempo los de los demás.
Cada una de estas tendencias de comportamiento tiene distintas implicaciones a nivel psicológico e interpersonal.
Las personas que se comunican de forma asertiva se sienten por lo general satisfechas en sus relaciones interpersonales, y eficaces en cuanto a su comportamiento social.
Defender nuestros derechos asertivamente genera un autoconcepto y una autoestima positivos, al fomentar la confianza y la seguridad en la propia capacidad para relacionarnos de forma adecuada, y no permitir que los demás se aprovechen de nosotros.
Las relaciones interpersonales de las personas asertivas son por lo general más gratificantes y satisfactorias. En cambio, las personas que actúan de forma pasiva tratan de buscar continuamente la aprobación de los demás, sintiéndose poco eficaces a la hora de influir sobre ellos.
Muchas veces acaban haciendo cosas que no quieren hacer o buscando la aceptación por parte de los otros de forma inadecuada y renunciando a sus propios derechos. Esto da lugar a problemas de autoestima e inseguridad en el ámbito interpersonal.
Por último, el principal efecto del estilo agresivo de comunicación es el rechazo social, al tratar de hacer prevalecer sus opiniones y no permitir al resto expresarse o defender sus derechos. Finalmente también acaban por manifestar problemas de autoestima dado que sus relaciones no resultan satisfactorias.
Autora: Drissa Delkader Palacios, psicóloga del Centro de psicología Psicomaster.
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