Durante el curso escolar o durante los campamentos de verano, es inevitable ver a niños que se enfadan cuando pierden en el juego. Dejan de participar, lloran y culpan a los demás por no haber ganado. No toleran la sensación de frustración que produce no conseguir aquello que se habían propuesto.
Estos niños poseen una baja tolerancia a la frustración. Les cuesta poder afrontar las emociones que surgen, por ejemplo, cuando no forman equipo con su mejor amigo o cuando no son los primeros de la fila.
En este artículo te daré algunos consejos para fomentar una adecuada tolerancia a la frustración y describiré las claves para mejorar las conductas de tu hijo cuando se enfrenta a situaciones que no resultan como él esperaba. Son aspectos sencillos que podrás incluir en tu dinámica familiar y que seguro te servirán para enseñar al niño dos valores muy importantes:
- No siempre se tiene lo que se quiere.
- Hay que persistir para alcanzar las metas que nos planteamos.
Baja tolerancia a la frustración: ¿Qué está ocurriendo?
La frustración es un conglomerado de emociones, donde predominan el enfado y la rabia. Estas emociones surgen cuando no se consigue aquello que se desea, se necesita o se espera. Son emociones desagradables que en muchas ocasiones desembocan en llantos, pataletas y agresiones.
A pesar de ser emociones desagradables es necesario que los niños aprendan a sobrellevar y tolerar la frustración, porque es el camino para convertirse en adultos sanos y capaces de lograr sus metas.
En el artículo los peligros de un niño consentido, escrito en 2013 en el diario ABC, distintos especialistas de reconocido prestigio hablan sobre las consecuencias de criar a un niño que no sufre frustraciones.
Los expertos explican que los niños que tienen baja tolerancia a la frustración suelen caracterizarse por:
- Ser impulsivos e impacientes.
- Necesitar complacer sus deseos de una forma inmediata. Les cuesta mucho esperar para alcanzar sus objetivos.
- Tener dificultad para gestionar sus emociones, lo que causa que tengan rabietas, enfados y lloros. Incluso pueden llegar a agredir al compañero de juegos.
- Ser muy demandantes de atención y exigentes con sus deseos.
Un niño con estas características acabará siendo un adolescente que cause muchos problemas. Le costará cumplir las normas y aceptar los límites. Será un joven poco empático que sólo se preocupará por tener todo lo que desea.
Por qué es bueno aprender a tolerar la frustración
Todos los niños pasan por la etapa de sentirse frustrados. Algunos la llevan mejor que otros, pero todos llegan a sentir rabia cuando están jugando y pierden. Es inevitable. Esta fase del desarrollo evolutivo sirve para asentar las bases de los conceptos tiempo y empatía.
Los niños pequeños no distinguen el ayer del mañana, por eso les cuesta mucho postergar las gratificaciones. Dicho con otras palabras, les cuesta entender que en la siguiente partida pueden ganar o que mañana podrán ser los primeros de la fila. Les cuesta entenderlo porque no son capaces de estimar el tiempo que eso puede tardar en llegar.
El concepto de empatía comienza a manifestarse sobre los 6 años de edad. Hasta entonces los niños viven sumergidos en una falsa creencia de que ellos son el centro de todo. Es una etapa evolutiva de egoísmo que les permite conocerse mejor, pero que dificulta entender que los demás también pueden ganar.
Enseñar a los niños a tolerar la frustración, les ayuda a:
- Aprender a superarse.
- Enfrentarse a nuevos retos.
- Esforzarse por lograr lo que se propongan aunque tengan que intentarlo en varias ocasiones.
Además, la tolerancia a la frustración también es la base para saber respetar los límites y las normas, y para saber ponerse en el lugar del otro.
Consejos para enseñar a tolerar la frustración
Dentro de la dinámica familiar es importante mantener un estilo educativo que permita al niño aprender de los errores. Y eso se consigue con las siguientes claves:
- No sobreproteger. El niño debe equivocarse para aprender a buscar soluciones por él mismo.
- Marcar límites claros y mantenerlos. Aprenderá que por medio de las rabietas y las pataletas no se consigue nada.
- Ver los fracasos como oportunidades de aprendizaje. Perder en los juegos son excelentes oportunidades para enseñar a los niños que de los errores también se aprende. Porque podemos volver a jugar intentando nuevas estrategias.
- Educar en el esfuerzo y la constancia. Esforzarse para conseguir lo que se propone y perseverar hasta lograrlo es un aprendizaje que llevará consigo toda su vida.
Seguro que ahora te preguntarás ¿Qué hago cuando está enfadado y no quiere seguir jugando?
En esos momentos debes recordar lo que te decía al principio del artículo: la frustración es un conglomerado de emociones desagradables. Por ello debemos enseñar al niño a gestionarlas para que las pueda sobrellevar.
Cómo ayudar a tu hijo a gestionar emociones
- Enséñale técnicas de relajación. La respiración abdominal o tranquila le ayuda a calmarse y facilita que se pueda hablar con el niño. Aprender a respirar profundo y lento ayuda a que los músculos se relajen y envía una señal al cerebro contradictoria con la tensión del enfado.
- Ayúdale a identificar la emoción. Ponle nombre a lo que el niño siente. Dile que se llama frustración y que es normal sentirse enfadado cuando algo no es como queremos, pero que por quererlo mucho debemos volver a intentarlo para conseguirlo.
- Muéstrale cómo buscar nuevas respuestas ante la frustración. Al principio necesitará que le acompañes y se las muestres tú, pero poco a poco deja que sea el niño quién proponga nuevas soluciones a los problemas. Reforzarás su autoestima y su autonomía.
- Elógiale en cada pequeño paso que dé en la gestión de la frustración. Le estarás enseñando cuál es el camino que debe seguir para expresar su descontento pero sin dañar a nadie o sin estropear el juego.
Si deseas saber más acerca de cómo controlar las emociones negativas del niño, en el artículo Controlar los enfados y rabietas de tu hijo lo trato más a fondo.
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