¿Recuerdas la última vez que le dijiste a tu hijo/a “no corras”, “cuídate”, “¡llámame!” o “¡cuidado que te caerás!”, “no subas”, “no toques”, o te llevaste las manos a la cabeza y/o chillaste cuando supiste que había estado en una “macrofiesta” en un barrio periférico?.
Estas son algunas de las situaciones que oyen nuestros hijos y que se repiten con frecuencia, pero ¿realmente son efectivas estas advertencias?
Desafortunadamente atrás quedaron enseñanzas de la escuela moderna cuya pedagogía potenciaba la curiosidad, la autonomía, y la responsabilidad de los niños.
Personas del siglo pasado que impulsaron nuevas pedagogías como Rosa Sensat, María Montessori, Célestine Freinet, Rudolf Steiner (método Waldorf) o Emmy Pickler, (instituto Lóczy) o escuelas como Summerhill (pionera de los movimientos de las “escuelas libres”), tienen en común un paradigma enfocado al desarrollo integral de los menores y son ejemplos que potencian la autoestima, la autonomía, la curiosidad, la responsabilidad, con la presencia del adulto que le ofrece una relación afectiva de calidad y le deja libertad de movimientos para que pueda explorar el entorno.
En la actualidad, lugares como Silicon Valley, que aloja las mayores corporaciones de tecnología y numerosas Start-Ups, paradójicamente triunfan con sus colegios de metodología Waldorf, que opta por sistemas alternativos, libres de tecnología hasta los 13 años y curiosamente un tercio de estos chicos son descendientes de gigantes de la tecnología.
En España ya contamos con centros de educación alternativa sobre todo para etapas infantiles, aunque son privados. Así la Asociación pedagógica Francesco Tonucci, referente de innovación educativa también apuesta por un cambio de paradigma en la educación de los hijos hacia la autonomía y el desarrollo de su potencial y felicidad. O la Asociación de Maestros Rosa Sensat quienes defienden una escuela pública de calidad.
Además de estos modelos que cuidan la educación integral de los menores, los padres y madres necesitamos aprender competencias que fomenten la seguridad integral de los hijos. Me refiero a la cultura de la seguridad que va más allá de la seguridad vial y solo la podremos transmitir si antes nosotros mismos somos conscientes de su importancia.
¿Qué es la cultura de la seguridad?
Este concepto nace en los años 80 en torno al accidente de Chernóbil. Es la combinación de los valores, actitudes, competencias y modos de comportamiento, tanto individuales como de grupo, que determinan el compromiso, modelo y competencia de la gestión de la seguridad en la organización (libro blanco de ENAIRE).
Esta definición se puede adaptar a cualquier sistema susceptible de mejorar la seguridad, aprendiendo a reconocer los riesgos y amenazas y cómo afrontarlos.
Este enfoque poco o casi nada contemplado en el ámbito familiar y escolar, sirve de modelo para ayudar a que los mayores les enseñemos a cuidarse, identificando las situaciones de riesgo, tanto externas (ambiente/personas) como internas (su estado físico y emocional) y aprendiendo estrategias de afrontamiento.
Todo ello dependerá de nuestra filosofía de vida, de nuestros valores como personas y de nuestra ética e integridad. Por tanto, es necesario que nos paremos a pensar qué estilo de persona somos y si estos valores nos favorecen o no a nosotros y a la colectividad. Cuanto más nos impliquemos en mejorar la sociedad, mejor educación estaremos proporcionando. No sirve “aconsejar”, si no ajustamos nuestros hechos a lo que predicamos.
Por lo tanto las pautas y consejos psicopedagógicos que dan los profesionales, no ayudan suficientemente sino se da esta revisión personal y alineación con la pareja, acerca del modelo de educación que queremos para nuestros hijos.
Vivimos de forma tan automática que nos olvidamos de pensar nuestra vida y la de los más pequeños. En consecuencia pueden crecer y aprender muchas especialidades pero pueden ser torpes para afrontar su vida y no tener consciencia de sí mismos. Una buena educación contribuirá sin duda a ello, pero se puede ir más allá para establecer una cultura preventiva, no reparadora y paliativa después de los accidentes.
Por muchas normativas, vigilancia de la salud, y demás cuidados que tengamos, si no nos ocupamos de su seguridad no habremos optimizado la gestión de su educación.
¿Qué podemos hacer los padres y madres para educar a nuestros hijos en una cultura de seguridad?
La responsabilidad es nuestra y os propongo objetivos complementarios al aprendizaje de conocimientos académicos, que tienen que ver con su seguridad y autonomía, y éstos han de adaptarse en función de la etapa de maduración y el ritmo de cada hijo.
Para fomentar una educación orientada hacia la cultura de la seguridad es necesario enseñar conocimientos al respecto, que aprendan habilidades y competencias para poder reaccionar, así como que tengan unas capacidades físicas y unas aptitudes psicológicas suficientes para actuar en la vida con seguridad.
Por tanto partiremos de lo necesario y suficiente para ir modelando hacia la excelencia, para que aprendan a cuidarse y a asumir su responsabilidad e ir progresivamente delegando en ellos, en la medida que avanzan en este aprendizaje.
Un viernes a las ocho de la tarde llamaron a la puerta de mi casa situada entonces en un céntrico piso de Barcelona. Estaba sola y me dijeron que era la policía secreta que venía a comprobar una información sobre una persona. Yo contesté desde el otro lado de la puerta y miré por la mirilla. Me extrañó ver solo a una persona (normalmente van en pareja) y decidí no abrir. Comprobé posteriormente si la visita venía de alguna comisaría de mi barrio, resultando ser falso el policía.
Me pregunté entonces qué hubiera pasado si en mi lugar se hubiera encontrado un menor preadolescente -como muchos que pasan de ir siempre acompañados, a quedarse solos en casa- y le hubiera abierto la puerta.
¿Están preparados nuestros hijos para cuidarse?
A veces el peligro puede estar en casa, y nosotros tan tranquilos pensando que ya han llegado. Esto es un pequeño ejemplo de la importancia de la transmisión de enseñanzas orientadas a su cuidado, su autonomía y su seguridad. Premisas como la igualdad de género y de oportunidades debieran de estar entre nuestros principios.
Educaremos para que sepan, teniendo información y consciencia situacional, que quieran responsabilizarse y lo puedan hacer porque posean las capacidades y aptitudes óptimas para ello.
SABER + QUERER + PODER |
Competencias de los padres y madres:
- Ser modelos de estabilidad y seguridad. Procurarnos en primer lugar ser estos modelos para poder desarrollar una consciencia situacional y despertar la motivación para la prevención. No es infundir temor, sino adelantarse a lo que podría ser probable aunque no frecuente.
- Fomentar actitud, curiosa, respetuosa y cuestionadora. Por ejemplo, escuchando y validando las aportaciones sin juzgarlas, moderando el turno de las conversaciones.
- Comunicar de forma efectiva los aspectos de seguridad. Estableciendo protocolos en diferentes situaciones. A modo de juego en los más pequeños. En casa también pueden haber situaciones de emergencia y riesgo.
- Posibilitar un aprendizaje continuo. Aprovechando las ocasiones de la vida real. Enseñando a evaluar la situación, tomar decisiones y solucionar problemas. No olvidemos que somos modelos a imitar.
- Potenciar habilidades perceptivo-motoras. Para reaccionar con rapidez y precisión. Ayudándolos con algunas actividades como las artes marciales u otros deportes.
- Fomentar una buena autoestima. Sin etiquetas ni comparaciones. Reconociéndole sus puntos fuertes, reforzando solo el buen desempeño, y permitiendo que se equivoque, son algunos de los ejemplos.
- Gestionar los errores como parte del aprendizaje, experiencia y capacitación. Sin tolerar las actitudes desafiantes o antinormativas.
No obstante os dejo estos puntos a modo de reflexión para poder empezar a tomar consciencia de lo lejos que estamos en implantar esta cultura de seguridad en nuestros hijos. En el próximo post seguiremos con este tema (2ª parte).
“Cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo para el desarrollo”.
Maria Montessori
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Photo Credit: Boy and dad via shutterstock
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