lunes, 11 de abril de 2016

¿Es bueno para la pareja dormir en habitaciones separadas?

dormir en habitaciones separadas

Hace unos veinte años, cuando era un joven estudiante, tuve que pasar la noche por alguna razón que no recuerdo en la casa de una pareja mayor –mayor para mí en aquél entonces, ya que tendrían unos cuarenta años que es mi edad ahora-, y quedé bastante impresionado cuando, a la hora de dormir, cada uno de ellos me dio las buenas noches y se metió en su propia habitación.

Yo provengo de una familia bastante tradicional que respeta muchos de los códigos que se establecen tácitamente, entre ellos desde luego el que la pareja duerma en la misma cama. Por esa razón me resultó fascinante la idea de que una relación pudiera seguir funcionando aunque sus miembros fueran capaces de romper dicho código.

Con el paso del tiempo, tanto por la edad como por mi labor profesional comencé a comprender mejor dicho mecanismo. El aspecto que más noté con respecto a este tema fue que lo que más resentían los integrantes de un matrimonio o pareja conyugal era el desajuste que causa el paso de la vida de enamorados o novios a la convivencia mucho más sosegada de la vida juntos.

Dejando de lado lo que otros artículos acerca del tema abordan (que se debe a comodidad personal, para evitar peleas o no escuchar ronquidos de la pareja) yo considero que hay un aspecto mucho más profundo subyacente en la idea de dormir en habitaciones distintas y el meollo del asunto radica en la búsqueda de un crecimiento personal y, como consecuencia de ello, de la pareja misma.

El asunto subyacente al que me quiero referir es al mantenimiento del deseo y el erotismo por nuestra pareja una vez que ésta ha decidido vivir junta y crear una costumbre. estoy seguro que este es un tema de mucho interés para ti.

En otros artículos ya he hablado acerca de los tres estadios del amor: Eros (pasión y enamoramiento), Philia (amistad y amor) y Ágape (compasión y compañía). Cuando el enamoramiento se acaba -lo que ocurre entre los 6 meses y 3 años-, también la pasión desaparece y el deseo por el otro mengua de forma alarmante pero normal. Si los miembros de la pareja son maduros, emocionalmente hablando, entenderán que este paso es necesario y tiene sus reglas: prácticamente desaparece el erotismo pero aparece el auténtico amor. Y esto por lo regular ocurre cuando la pareja ya vive junta.

Pero, ¿entonces significa que cuando se vive juntos hemos de conformarnos con tener mucha menos pasión? No necesariamente. Pero es importante recalcar que aquí este deseo ya no se da per se como en el enamoramiento, sino que tenemos que ayudarle a que aparezca y se mantenga. Y una forma puede ser durmiendo en habitaciones separadas. ¿Por qué?

El espacio erótico

En su controvertido libro Inteligencia erótica, la psicoterapeuta Esther Perel aborda el tema del espacio fundamental que toda pareja que aspira a una sana relación tendría idealmente que mantener. Este espacio de “separación” provoca un caos al principio pero con el tiempo y la asunción de los integrantes de que puede ser una alternativa que ayude a mantener aceitada su relación, llega a convertirse en un aliado muy eficaz.

Con el tiempo -nos guste o no-, la convivencia diaria provoca que la pasión y el erotismo decline en las parejas conyugales. Estos aspectos son sepultados por la rutina que llena lo que antes ocupaba Eros con responsabilidades de otra índole (hijos, trabajo, obligaciones de casa). Las parejas que no encuentran un modo de mantener encendida esta chispa fundamental terminan teniendo más problemas con el tiempo. Se les olvida, por decirlo de algún modo, mantener una distancia misteriosa que permita mantener al otro como una pareja eróticamente atractiva.

En su libro, Perel se refiere a esta distancia como el espacio erótico, es decir el lugar en donde los miembros de la pareja se extrañan, se piensan, se anhelan y por tanto, es en donde crece el deseo. En palabras de la autora: “…el amor busca la cercanía, acortar el espacio, la distancia entre dos personas, disminuir las amenazas, quiere tener. Sin embargo, el deseo es querer y para querer se necesita alguna distancia psicológica, un espacio entre uno y otro, se necesita una alteridad. Este es el espacio erótico”.

Si bien Perel, en esta cita, se refiere a “distancia psicológica”, creo que es importante subrayar que es la distancia física la que ayuda en gran medida a elaborar la distancia psicológica. ¿Cuántas veces no hemos pasado un tiempo –tal vez por viaje, trabajo o enfermedad- lejos de nuestra pareja y sentimos que nuestro deseo por ella crece? Nuestra mente sigue el camino que traza la ausencia física. Esta alteridad puede llevarse a cabo en el ejercicio de dormir en habitaciones separadas bajo mutuo acuerdo.

Pero es importante que dicha decisión sea tomada por la pareja como un medio de crecimiento, no como una excusa. Quiero decir que cuando ambos integrantes han hablado y valorado los pros y contras de una decisión como ésta y la aceptan como una forma de provocar un nuevo reto en su relación, es más factible que haya un resultado positivo que si solamente -como ocurre la mayoría de las veces-, esta decisión se toma abruptamente ya sea por una pelea, simple comodidad o como forma de alejarse de la pareja.

psicoterapia gestalt

Como dije antes, el matrimonio o la vida bajo el mismo techo acarrea una enorme paradoja, muy vituperada, pocas veces entendida y ya no se diga aceptada: Si bien la decisión de la pareja de vivir juntos genera un compromiso profundo entre sus integrantes, deteriora el erotismo entre los mismos. Es este un proceso normal en el camino de la pareja y negarlo es como querer tapar el sol con un dedo (y si eres un romántico a ultranza seguramente esta idea será una patada al hígado).

¿Realmente funciona dormir en habitaciones separadas?

Entonces con más razón se hace necesaria la búsqueda de una dinámica que –como dice Esther Perel-, mantenga la fuerza del erotismo. E intentar dormir en habitaciones distintas pudiera darlo.

Porque -repito-, dormir en habitaciones separadas no significa que el matrimonio se esté viniendo abajo. De hecho actualmente la proporción de las parejas que lo hacen va en tal crecimiento que ya los arquitectos que diseñan las modernas viviendas conyugales toman en cuenta de manera primordial la ubicación de dos dormitorios principales en las mismas. Incluso son estos mismos arquitectos y diseñadores que en sus estudios al respecto hacen notar que la costumbre de dormir en una misma cama tuvo un motivo más económico que amoroso.

Durante la Revolución Industrial las ciudades comenzaron a tener más habitantes lo que provocó que los espacios de vivienda se redujeran dramáticamente, dando con ello la necesidad de que las casas solamente contaran con un cuarto grande para el matrimonio y uno pequeño para los hijos. Sin embargo, hay evidencias de que muchas culturas como la egipcia o la griega contaban con una habitación personal para cada miembro de la pareja.

En todo caso, probar con esto puede significar dar un giro a la relación y provocar un aumento en el deseo por nuestra pareja. Podemos verla más misteriosa si la percibimos distante y -hasta cierto punto-, lejos de nuestro alcance. Porque no hay que olvidar que la palabra deseo significa básicamente “querer tener lo que no se posee”. Lo cierto es que si sirve o no esta costumbre eso depende de cada pareja. Probablemente una pareja más madura emocionalmente o más práctica en encontrar soluciones que mejoren su relación, tendrá más posibilidades de aplicar y mantener de forma eficiente esta solución.

Tampoco se trata de que te encierres en tu espacio y no dejes acercarse al otro. Una pareja que conozco tiene una regla implícita que me parece una buena idea: pese a tener habitaciones separadas, pase lo que pase por lo menos duermen juntos dos días a la semana. Lo que quiero decir es que esta puede ser una gran opción siempre y cuando no se vuelva un concepto rígido porque llevaría a lo que intentó evitar en un principio: la pérdida de encanto y sorpresa en la vida conyugal.

Para finalizar y a todo esto de si funcionará o no dormir en habitaciones separadas, lo que sé es que la pareja de la que te hablé al inicio de este artículo sigue junta, veinte años después, y cada quien en su amplia y confortable habitación. Hasta la próxima.

Photo Credit: Silvia Travieso

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