Muchas veces en mi vida me he propuesto retos, no todos los he alcanzado, pero de todo lo vivido he aprendido algo diferente.
Esta vez el reto parecía fácil: “hacer el camino de Santiago “. Y digo fácil porque es algo que mucha gente ha hecho, y piensas: si todo el mundo lo hace ¿por qué no voy a poder yo?
Como toda meta surge por un motivo, y no deja de ser eso precisamente de lo que está constituida la motivación, de motivos. Sin estos últimos es difícil que podamos llegar a hacer algo. Por eso es importante que cuando nos propongamos una meta nos preguntemos: porqué y para qué.
FASE PREPARATORIA:
En mi caso el porque no tenía nada que ver con lo espiritual, aunque para muchos es su motivo en el camino, no era el mío. Por eso tenemos que tener un motivo propio, es decir una motivación intrínseca, algo que nazca de nosotros y no de algo que nos han dicho desde fuera. Yo quería hacer el camino porque me gusta la naturaleza, el campo, caminar… El para qué, para vivir una experiencia nueva y diferente y para poner a prueba mi fortaleza.
Una vez encontrados los motivos, suficientemente fuertes, hace falta una pequeña o gran preparación. Para el camino había que entrenar un poco antes, sacar tiempo de donde no hay y unos meses antes salir a caminar lo máximo que puedas. También supuso informarse, preguntar a otros por su experiencia, leer cosas y equiparte .
DÍA 1:
Pasada la fase preparatoria, pasamos al gran día, el primer día de empezar a andar. Salimos desde Ponferrada, habían 207 kilómetros hasta llegar a Santiago. Es muy importante no pensar en esa cifra tan grande, porque si no, nos puede parecer un abismo. Lo mejor es plantearse etapa a etapa, y no obsesionarse con completar todo el trayecto, si no ir pensando en pequeños tramos . La primera etapa eran 24 km. La pasamos con relativa soltura. Digo relativa porque nadie nos quitaba el dolor de pies, piernas y el cansancio. Tuvimos que hacer paradas y nos lo tomamos con calma.
Cuando vas andando vas pasando a mucha gente y mucha gente te va pasando a ti. Cada uno hace su camino a su ritmo, no podemos estar comparándonos con los demás ni compitiendo, este reto es contigo mismo. Si no quieres que nadie te adelante o sigues el ritmo de otros, lo único que te puede pasar es que te desfondas y psicológicamente te hundes pensando que no es lo tuyo y no vas a poder. Así que mantener un ritmo que puedas llevar tú y no entrar en la comparación, es fundamental.
DÍA 2:
El segundo día era la etapa reina. 28 km Villafranca – O’cebreiro, el terreno muy irregular y acaba con una subida criminal de 7 km. Para empezar seguimos el consejo del dueño del albergue y acortamos la ruta, nos propusimos quedarnos en el kilómetro 25, hay veces que nos extralimitamos y no hay necesidad. Nos planteamos paradas cada dos horas y las que hicieran falta entre medias para beber agua etc. No contábamos con un agente externo, la lluvia y el frío. Empezó poco a poco y acabamos calados hasta los ojos a pesar de llevar puesto el chubasquero. Por un momento la lluvia apretó. No podías meterte en ningún sitio, cuanto más llueve más te mojas… Es una sensación muy desagradable la de sentirte mojada y fría tanto tiempo. Pero superamos la etapa y el día pasó con éxito.
DÍA 3:
A la mañana del día 3, seguía lloviendo. Ese para mí fue el más duro. Las zapatillas no se habían secado, la ropa húmeda y unos 8 grados de temperatura hicieron el comienzo de la etapa muy complicado. A ratos te preguntas: qué necesidad tengo yo de esto??. Más que lo físico te puede lo psicológico. Sin embargo, persistes y finalmente llegas a la meta. A pesar de ese pequeño sufrimiento, la llegada fue de las más dulces, el paisaje, las vacas, Galicia en estado puro… Todo esto te recuerda el porqué estás aquí.
A partir de este día el tiempo mejoró y las etapas comenzaron a hacerse más suaves. También llegamos a Sarria, lugar desde donde la mayoría de la gente parte para hacer el camino mínimo, y la afluencia de la gente y los servicios incrementa. Ese día tuvimos la gran suerte de toparnos con una chica estupenda, la dueña de nuestro albergue que nos llevó a uña pulpería muy auténtica y fue de lo más acogedora con nosotros.
LOS CONTRATIEMPOS:
Pasado este primer tramo algunos inconvenientes surgieron. Mi compañero ( mi pareja ) y yo nos resfriamos del frío de los días anteriores. Al quinto día tuve un problemilla en un pie. Pero estas dificultades no me imposibilitaron acabar cada etapa, aunque se hizo más difícil.
Ya se acercaba el final, nos quedaban dos etapas y mi compañero comenzó a empeorar de su resfriado. Los síntomas de fiebre le hacen muy duro continuar, llevando la mochila y soportando el calor. Aguanta como puede y llegamos a Pedrouzo.
UN FINAL INESPERADO:
Cada vez estaba peor, comprobábamos que efectivamente tenía fiebre. Y muy a nuestro pesar ese día en la etapa 8 a falta de 20 km para concluir el camino, decidimos abandonar. Las circunstancias eran más fuertes que nosotros.
Es un momento muy frustrante, solo queda una etapa, después de tanto recorrido, 20 km de nada, que se hacen imposibles. Hay que aceptarlo, la limitación es grande, y si no se puede, no se puede.
Pero este momento de frustración no puede nublar el resto del camino: los 8 días conseguidos , los 187 km recorridos, los lugares visitados, la gente que nos encontramos.
Solo puedo terminar diciendo algo… Es cierta la frase : “lo importante no es la meta, es lo que vives durante el camino”.
Y algo que hemos aprendido, que un solo día no nubla lo maravilloso de miles de momentos. El camino sigue ahí, y volveremos!!
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