Con la llegada del verano, el sol, las terracitas y la playa, llega también el deseo de ponerse “morenito” pero, ¿cual es el límite? Hoy en día tenemos mucha información al respecto de las precauciones que debemos tomar.
A priori, parece sensata la idea de evitar quemarse con el sol empleando el uso de protectores solares, gorros, sombrillas, evitando la exposición entre las 12 y las 17h, etc pero primero nuestras playas y más tarde, con la caída del sol, nuestras calles, están llenas de verdaderos “cangrejos humanos”, y no, no sólo les pasa esto a los ingleses que vienen de vacaciones, no nos engañemos.
Antes de entrar en harina, avanzo que tomar el sol con moderación tiene efectos beneficiosos para nuestra salud. Nos ayuda a metabolizar la vitamina D; indispensable para mantener nuestros huesos fuertes y sanos, ayuda a dormir mejor, refuerza nuestro sistema inmunitario y además ahuyenta las “depresiones” de tipo estacional. Pero, ¿qué sucede entonces con la necesidad imperiosa de estar bronceado?
Tanorexia: Definiendo el concepto
La tanorexia o adicción al bronceado es el término usado para describir la necesidad obsesiva de lograr un tono de piel más oscuro, más bronceado, bien sea tomando el sol al aire libre o mediante el uso de cabinas de rayos UVA, las cuales desde hace unos años son muy populares.
Y es que, según un estudio realizado por el Centro Médico Bautista de la Universidad Wake Forest (EE UU) en 2006, “la exposición al sol genera la liberacion de opioides y endorfinas en nuestro organismo”. Recordemos que las endorfinas son sustancias químicas cerebrales que nos provocan bienestar y alivio del dolor. Esto, unido al estándar social actual en cuanto al bronceado se refiere, favorece que algunas personas creen una adicción al bronceado comparable al alcoholismo o tabaquismo.
El tanoréxico lleva a cabo conductas, de manera compulsiva, que le llevan a un tono de bronceado que nunca llega a alcanzar por creer tener un tono muy inferior al real. Sesiones continuadas en cabinas de rayos UVA y largas exposiciones al sol, tanto en invierno como en verano.
Todo es poco para lograr el tono de bronceado que se desea. Se entra en un círculo vicioso de ideas obsesivas y acciones compulsivas del cual es difícil salir, ya que el bronceado ideal nunca llega. Esto se debe a la falta de aceptación de la propia imagen corporal y/o facial, por lo que todo lo relacionado con el bronceado se convierte en una forma de vida, llegando incluso a interferir con las actividades de la vida cotidiana como son las relaciones sociales, familiares o laborales.
En los estudios realizados por la Universidad Wake Forest (EEUU) antes mencionados, encontraron que esto afecta mayoritariamente a mujeres jóvenes, de entre 17 y 35 años, posiblemente derivado de los estándares de belleza actuales de Occidente. Recalco lo de Occidente pese a que en Japón encontramos una tribu urbana llamada “Ganguro”, que significa literalmente “rostro negro”, pero esto lo dejaremos para otro post.
El término “tanorexia” fue acuñado por dermatólogos estadounidenses y empleado para describir a un tipo de paciente que acudía a sus consultas por lesiones cutáneas producidas por la exposición a rayos ultravioleta, y que a pesar de ser conscientes de ello, persistían en exponerse a los rayos de forma continuada.
Los casos más graves de tanorexia poseen un alto riesgo de padecer unos efectos secundarios muy negativos para la salud debido a la alta exposición a los rayos ultravioleta que conlleva esta adicción. No sólo aumenta el riesgo de padecer cáncer de piel, sino también trastornos a nivel psicológico, ya que el hecho de no poder lograr un tono suficientemente oscuro genera angustia, sentimientos de culpa y ansiedad, máxime si se saltan una sesión de bronceado.
Al igual que los anoréxicos nunca se ven suficientemente delgados, los tanoréxicos se perciben pálidos aunque no lo estén. Con esto quiero decir que la tanorexia es un trastorno psicológico, no una enfermedad médica, aunque vaya acompañado de lesiones cutáneas que deben ser tratadas por un dermatólogo.
Tratamiento integral
Además de los efectos físicos secundarios derivados de los que hablamos (cáncer de piel, lesiones cutáneas, envejecimiento prematuro de la piel, etc.), con frecuencia se asocia a otros trastornos psicológicos como la depresión, ansiedad, fobia social, trastorno obsesivo-compulsivo, y en los casos más severos puede llegar a encontrarse asociado a un trastorno delirante de tipo somático.
Es precisamente en este último caso en el que frecuentemente los pacientes muestran la convicción clara, absoluta e inamovible de poseer una tonalidad cutánea muy inferior a la real.
En algunos casos, no recibir una sesión de radiación provoca un efecto similar al síndrome de abstinencia que vive un drogodependiente, derivado de la falta de liberación en nuestro cerebro de las endorfinas y opioides antes mencionados.
Los que sufren tanorexia obviamente no reconocen su trastorno, aunque sí reconocen sus lesiones cutáneas. Es por ello por lo que, en lugar de acudir a psicoterapia, acuden al dermatólogo.
Entonces, ¿cuál es la mejor opción de tratamiento para este trastorno? Sin duda consultar con un dermatólogo ayudará a reparar el daño cutáneo producido, pero se aconseja tomar la psicoterapia como primera opción.
El tratamiento no será un camino de rosas, no os voy a engañar, pero puede lograrse, y de hecho se logra. Será necesario el apoyo de la familia y entorno del paciente, ya que ello garantizará el éxito del tratamiento y prevendrá recaídas futuras. Este tratamiento deberá ser totalmente personalizado para cada paciente, si bien se siguen unas pautas comunes, entre las cuales, obviamente, se encuentra la restricción de comportamientos de exposición a rayos ultravioleta, corrección de la percepción de distorsiones corporales, así como el cuestionamiento de aspectos personales, entre otros.
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