La violencia de género en las relaciones de pareja, tal y como detallaba en el artículo publicado con anterioridad junto con las tres fases que componen el ciclo de la violencia de género, tienden a repetirse aumentando tanto en frecuencia como en intensidad con el paso del tiempo.
Las mujeres intentan activamente superar la situación y abandonar la relación. Sin embargo, un número elevado de mujeres continúa en la relación produciéndose con el transcurso del tiempo diversas consecuencias y respuestas emocionales que pueden evolucionar de distintas formas.
Al comienzo de la relación, el maltrato surge de forma sutil e incluso de forma imperceptible (desvalorizaciones frecuentes, conductas de control, etc.) que producirá en la víctima un acostumbramiento progresivo a la violencia, considerándolo como algo intrínseco a la vida de pareja, este efecto ha sido denominado como el síndrome de acomodación al maltrato.
Desde el punto de vista cognitivo la mujer tiende a minimizar y/o a negar tanto los malos tratos que sufre como su victimización y por ejemplo, puede pensar que en todas las parejas hay roces. Sin embargo, si en el inicio de la relación la violencia aparece de forma explícita y directa, uno de los factores que contribuye a que la mujer continúe en la relación es que considere o tenga la esperanza de que si se esfuerza y sacrifica lo suficiente su pareja puede cambiar y que la violencia desaparecerá. Este esfuerzo por parte de la víctima puede hacer que soporte la convivencia durante meses e incluso años.
Cuando la violencia se ha establecido de forma crónica como una pauta frecuente en la relación, se mezcla con periodos de arrepentimiento y ternura que pueden producir dependencia emocional, también denominada apego paradójico. En esta segunda fase, las mujeres suelen considerar que deben seguir luchando para conseguir que su pareja cambie y sobrevalorando las posibilidades de cambio.
En la tercera fase del ciclo debido al estado de malestar junto a que la situación no ha cambiado y la violencia continua e incluso aumenta en intensidad, la mujer empieza a percibir la violencia como algo incontrolable, pierde la esperanza en el cambio y comienza a dudar y a desconfiar de su propia capacidad para abandonar la relación.
Los factores mencionados en cada una de las fases del ciclo de la violencia contribuyen a dificultar las probabilidades de que la mujer pueda abandonar la relación. La exposición crónica a la violencia producirá múltiples consecuencias a nivel físico, psicológico y social que suponen un elevado factor de riesgo para la salud.
Consecuencias físicas, psicológicas y sociales
Las consecuencias físicas de la violencia implican tanto aquellas heridas y traumatismos sufridos que requieren asistencia médica como aquellas respuestas físicas producidas por el estrés causado por la exposición a la violencia en la relación.
Las consecuencias físicas pueden clasificarse en tres grupos:
- Inmediatas: aquellas producidas tras la agresión, tales como lesiones físicas y aquellos síntomas que se producen como respuesta física ante el estrés soportado, por ejemplo dolores de cabeza, sensación de fatiga crónica, problemas gastrointestinales, etc.
- A largo plazo: producidas por la exposición a la violencia crónica. Son aquellas enfermedades psicosomáticas o médicas tales como trastornos inmunológicos, respiratorios, endocrinos, cardiovasculares, ginecológicos, etc. y las secuelas físicas a nivel anatómico, funcional y/o estético.
- La muerte de la víctima: puede producirse de forma inmediata (durante un episodio de maltrato, un homicidio premeditado, etc.) o tardía (a lo largo del tiempo derivada de las secuelas producidas por el maltrato).
Entre las consecuencias físicas en mujeres víctimas de violencia física y/o sexual, cabe destacar:
- Lesiones físicas: Cortes, heridas, quemaduras, mordeduras, hematomas, rotura de huesos, déficit neuropsicológicos como consecuencia de los golpes, centradas específicamente en las zonas de la cabeza, tronco, cuello, pecho, tórax y abdomen.
- Consecuencias en la sexualidad y/o en la salud reproductiva: tales como deseo sexual inhibido o ausencia total del deseo, anorgasmia, temor a la actividad sexual, trastornos ginecológicos, embarazos no deseados y/o complicaciones en el embarazo.
- Consecuencias fatales: mortalidad relacionada con la mortalidad maternal, sida, homicidio y suicidio.
A nivel psicológico, las consecuencias de la exposición continua al maltrato pueden resultar devastadoras para la estabilidad emocional de la víctima.
Se ha observado una alta prevalencia de trastorno de estrés postraumático y otras alteraciones como depresión, ansiedad, etc, que son producidas como reacción psicológica a la violencia crónica y no se tratan de limitaciones que vengan determinadas por la personalidad de la víctima. Estás alteraciones psicológicas producen inadaptación a la vida diaria e interfieren en el funcionamiento cotidiano.
Las consecuencias psicológicas pueden clasificarse en cognitivas, afectivas y comportamentales o sociales.
Consecuencias cognitivas
- Negación del maltrato y/o minimización de violencia que sufre.
- Modificación en los esquemas cognitivos: se producen cambios en las creencias sobre sí misma, las otras personas y sobre el mundo.
- Autoevaluaciones negativas.
- Ideas de desconfianza y suspicacia.
- Errores perceptivos sobre ellas mismas, las otras personas y el mundo.
- Disminución de la atención, concentración y de la memoria.
- Episodios disociativos transitorios, sensación de daño psíquico permanente, sensación de ser completamente diferente a otras personas y despersonalización.
- Alteraciones en el sistema de significados: apatía, desmotivación para cambiar o mejorar, bloqueo en la toma de decisiones, negatividad y catastrofismo sobre su futuro.
- Ideas de muerte y/o de suicidio.
Consecuencias Emocionales y afectivas
- Trastornos de ansiedad (trastorno obsesivo-compulsivo, fobia específica, trastorno de ansiedad generalizada, crisis de pánico, agorafobia), disforia persistente (estado de insatisfacción, ansiedad o inquietud), trastorno de estrés postraumático, indefensión aprendida y/o síndrome de adaptación paradójica.
- Baja autoestima y bajo autoconcepto: infravaloración, sentimientos de incapacidad e inutilidad, de fracaso, visión negativa y catastrófica sobre sí misma.
- Anhedonia: incapacidad de sentirse queridas.
- Vulnerabilidad y dependencia afectiva.
- Ira y rabia.
- Sentimientos de vergüenza sobre sí misma por los abusos experimentados.
- Autoculpabilización: por sentir que ha podido causar, no ha sido capaz de parar y/o tolerar los malos tratos.
- Depresión, sentimientos de tristeza, desamparo, desesperanza.
- Alteraciones del sueño (insomnio, hipersomnia, pesadillas, terrores nocturnos).
- Impulsos suicidas.
Comportamentales y sociales
- Evitación y asilamiento de su familia, amigos y redes sociales.
- Hipervigilancia y/o desconfianza persistente.
- Ansiedad y/o miedo al iniciar o mantener relaciones con otras personas.
- Desinterés, desmotivación y evitación de lugares y actividades que realizaban y/o frecuentaban con anterioridad.
- Disminución de habilidades sociales de comunicación e interpersonales.
- Déficit en la solución de problemas cotidianos y déficit en asertividad, acompañados de sentimientos de inseguridad, conductas condescendientes y/o pasivas y/o reacciones de ira desadaptativas.
- Aumento de la probabilidad de conductas adictivas: consumo de alcohol, psicofármacos y otras drogas.
- Aumento en la probabilidad de padecer conductas compulsivas (limpieza, alimenticias, compras, juego…)
- Conductas de riesgo físico excesivo, intentos o planificación de suicidio.
- Victimización de otras personas: desvía la culpabilización o la rabia que se tendría que dirigir al agresor, hacia sí misma o hacia otras personas que considere con poco poder o inferiores.
Estas consecuencias ocasionan problemas de salud tanto a nivel físico como psicológico que pueden perdurar años incluso aunque la violencia haya finalizado y tras haber conseguido salir de la relación
Todos estos factores, considerados en su conjunto, dificultan la búsqueda de ayuda externa (acudir a centros asistenciales, denunciar a la policía, etc.) y muchas de las mujeres que experimentan esta violencia no se atreven a solicitar asistencia sanitaria, ni a las autoridades competentes ni a denunciar lo sucedido.
Es importante considerar las consecuencias de la violencia de género, ya que uno de los elementos diferenciadores de esta violencia de otros tipos de violencia radica en las consecuencias.
Entender los efectos y como afectan a las víctimas permitirá a los profesionales de los distintos ámbitos de actuación (sanitaria, terapéutica y/o legal) a realizar una intervención más ajustada y a evitar mitos o falsas creencias sobre la violencia de género que aún persisten en nuestra sociedad y obstaculizan la intervención efectiva e inducen a la culpabilización, minimización, justificación y naturalización de la violencia produciendo la victimización de las víctimas también denominado como victimización secundaria.
Bibliografía:
Amor, P., Bohórquez, I., Echeburúa, E. (2006). ¿Por qué y a qué coste físico y psicológico permanece la mujer junto a su pareja maltratadora? Acción Psicológica, 4 (2), 129-154.
Castro, A., Gil, J., Paz, J., Peralta, E., Alonso, C., Ordóñez, P. (2009). Intervención profesional en mujeres victimas de violencia de género en el ámbito de la educación. Andalucía: Dirección General de Violencia de Género. Consejería de Igualdad y Bienestar Social. Junta de Andalucía.
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